Opinión | Guerra en Gaza

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La razón y la oportunidad

Pedro Sanchez junto a Benjamin Netanyahu.

Pedro Sanchez junto a Benjamin Netanyahu. / EFE

El Próximo Oriente es un territorio plagado de minas. Todo cuanto se dice depende del lugar donde se dice, del cómo, y del momento escogido. Durante su gira de dos días en la región, el presidente del gobierno, Pedro Sánchez, había conseguido expresarse con franqueza y contención diplomática sobre la intervención israelí en Gaza, hasta que una última conferencia de prensa en el paso de Rafah provocó un innecesario conflicto diplomático con Israel. Delante de Benjamin Netanyahu, Sánchez reconoció el derecho de Israel a defenderse del ataque terrorista sufrido el 7 de octubre, al tiempo que subrayó la necesidad de respetar las normas del derecho internacional relativas a la población civil, duramente castigada, con más de 16.000 víctimas, muchas de ellas niños y mujeres. Visitó uno de los kibutz arrasados por Hamás y expresó su solidaridad con las víctimas. Junto al primer ministro belga, Alexander de Croo, se entrevistó con el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abbas, subrayó la idea de que la paz solo se podrá conseguir creando dos estados, y reafirmó su voluntad de reconocer a Palestina. En Egipto, Sánchez precisó que, de no existir consenso al respecto, España iba a dar este paso en solitario.

La posición de Sánchez forma parte de la política exterior española desde la Conferencia de Madrid de 1991. La novedad está en el momento escogido para recordarlo. Decir lo mismo en el despacho de Netanyahu que en el de Abbas, y repetirlo ante la Liga Árabe, como hizo Sánchez en El Cairo, es lo correcto. El presidente del gobierno ya fue contundente en su condena del atroz ataque perpetrado por Hamás. Sin embargo, las declaraciones de Sánchez contrastan con las de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, quien denunció a Hamás, en una visita a Israel, sin advertir de las consecuencias de una reacción indiscriminada por parte del estado hebreo. Nunca estuvo claro, durante la visita de Sánchez si este hablaba en su condición de primer ministro español o de presidente de turno del Consejo de la UE.

Las declaraciones que provocaron el conflicto fueron hechas en Rafah, poco antes del intercambio de rehenes israelís por prisioneros palestinos. El ejecutivo israelí, que hasta entonces había encajado las críticas, aprovechó el contexto en el que ambos mandatarios hablaron con los medios. Era el principio de un cese el fuego que, por muy parcial que sea, supone un alivio para la población después de casi dos meses de bombardeos, asedio, destrucción y desplazamientos forzados. En consecuencia, era más el momento de celebrar que pueda entrar ayuda humanitaria que el de reiterar la crítica a la acción indiscriminada de Israel. El diario 'Haaretz', amenazado por los sectores más fundamentalistas del gobierno de Netanyahu, sostiene que la conferencia de prensa fue organizada en «un momento extraño» ('oddly-timed'). Sin que ello justifique la reacción israelí de llamar a consultas a la embajadora de España en Tel Aviv, tergiversando el mensaje de Pedro Sánchez, conviene recordar que en el Próximo Oriente hay que ser muy puntilloso en lo que se dice, y cuándo y dónde se dice.