Limón & Vinagre
Josep Cuní

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Periodista.

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Irene Montero: genio y figura

La parte difícil de vivir bajo la defensa de la revolución pendiente es el final. Y la activista transmutada a gobernante se ha despedido dando un portazo

Irene Montero explota en su adiós: "Querida ministra Belarra, hoy Sánchez nos echa de este Gobierno"

Irene Montero se reivindica al dejar Igualdad y apunta a Pedro Sánchez: "Algo habremos hecho"

Irene Montero, durante un acto en el Congreso de los Diputados.

Irene Montero, durante un acto en el Congreso de los Diputados. / EFE

Hay dos maneras de despedirse: elegantemente o dando un portazo. Las dos ministras de Podemos eligieron la segunda opción y sus palabras han marcado políticamente la semana, opacando la fotografía de familia del nuevo Gobierno. Hasta el punto de que la duda razonable sobre el posible comportamiento legislativo de los cinco diputados integrados en Sumar ha abierto todo tipo de especulaciones sobre su futuro inmediato dentro de la coalición y el de la viabilidad de los proyectos que presente el actual Ejecutivo de Pedro Sánchez. Es sabido que los apoyos dependen de tanta pluralidad de intereses que cualquier rebeldía no permitiría que salieran las cuentas. Las primeras, los presupuestos generales del Estado.

La gran paradoja es que hoy parece más asegurada la cooperación del independentismo catalán, a pesar de sus permanentes exigencias verbales e insatisfacciones inherentes, que la de quienes facilitaron y conformaron por primera vez en la historia reciente de este país un Gobierno de coalición. Es lo que tiene vivir bajo la defensa de la revolución pendiente, que la parte difícil de inventar es el final.

Irene María Montero Gil (Madrid, 13 de febrero de 1988) dejó el Ministerio de Igualdad anunciando lo sabido: que el presidente las había echado. A ella y a Ione Belarra que, minutos más tarde, recogió el testigo y reiteró lo escuchado en boca de su amiga y compañera de filas. Y aunque los socialistas incidan en que este era un problema interno de sus socios de Gobierno que, por cierto, parece que ellos intentaron limar, también es justo reconocer que la última palabra siempre la tiene quien se sitúa en el vértice de la pirámide.

Pero, por lo visto y oído, según la represaliada, Sánchez se ha dejado llevar por las opiniones de algunos de sus amigos de entre 40 y 50 años que se sintieron incómodos durante las largas polémicas suscitadas por las dos leyes principales promovidas por la cartera de la señora Montero y de las que ella nunca ha aceptado error ni enmienda: la ley trans y la del 'solo sí es sí', que sigue rebajando penas a violadores. Se supone que también por la redefinición del feminismo, que acabó con una bifurcación visceral del movimiento. Así lo reconoció el entonces candidato en una entrevista electoral. Irene Montero tomó nota y cuatro meses después le devolvió el agravio, a pesar del cual reivindicó su legado. Cosa que hizo advirtiendo a su sucesora, Ana Redondo, de la soledad que podría sentir y las malas compañías que pudiera tener. Y la instó a ser valiente, cualidad de la que la ministra saliente ha dado sobradas muestras, hasta el punto de una cierta temeridad que la llevó a olvidar que la persona valerosa es la que soporta el revés sin quejarse. Sentencia clásica.  

De nuevo afloraron las críticas a quien ha sido diana habitual. Desde las que inciden en el sentido de la oportunidad, a las que le refriegan testarudez. Pero cualquiera de ellas olvida la dimensión política real de la activista transmutada a gobernante y presionada permanentemente por un entorno defensor de la supuesta pureza ideológica. Aquella que la historia demuestra que, entre riñas, desavenencias y divisiones, va consiguiendo que el movimiento inicial se vaya diezmando hasta quedar en manos de unos pocos. Y es así como los más esperanzados se duelen de haber perdido otra oportunidad. La enésima.

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