Limón & Vinagre
Josep Cuní

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Periodista.

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Pedro Sánchez: a vueltas con Azaña

No lo tiene fácil y lo sabe. Su suerte está ligada ahora a la de quienes pasan de necesarios a imprescindibles. Sin margen

Sánchez agradece la "templanza" de los suyos y defiende un Gobierno "legítimo, democrático y constitucional"

Las principales frases de Pedro Sánchez en el debate de investidura

Pedro Sánchez

Pedro Sánchez / JOSÉ LUIS ROCA

Cuando la política era más ilustrada citaba a Maquiavelo. Para bien y para mal, 'El Príncipe' servía para un roto y un descosido. Unas veces para criticar desde la ética su crudo realismo, otras para tenerle de guía y actuar en consecuencia. Siempre para evidenciar que la política no tiene relación con la moral. Quinientos años después, el texto mantiene su vigencia, los recelosos han entendido el mensaje y los cínicos han profundizado en su aplicación: el que engaña encontrará siempre quien se deje engañar.

Quizás sea por la familiaridad práctica del postulado que ya nadie se ocupa de hurgar en aquellas líneas tan descriptivas entonces como definitorias ahora. Nadie, excepto Mertxe Aizpurua de EH Bildu, que el jueves lo sacó a colación, como de pasada, para ilustrar una intervención en la que abogaba por profundizar en un Estado plurinacional. 

Esta será una de las líneas maestras de la España que se abre paso en la legislatura que acaba de empezar y a cuyo reto tendrá que enfrentarse el nuevo Gobierno: plurinacionalidad descarada frente a autonomismo remilgado. El modelo que exigen nacionalistas e independentistas y que los socialistas no deberían entenderlo como una obligación por tener que hacer de la necesidad virtud, como repiten resignadamente, sino como un paso más hacia el horizonte que les definió durante años y que han dejado de citar: el federalismo. Asimétrico, como reclamó el pasado verano el secretario de los socialistas vascos, Eneko Andueza, y exigen los catalanes que han vuelto al redil constitucional, a pesar de sus negaciones públicas. Ajustado a la definición constitucional como niegan quienes apelan a la Carta Magna actual de la que solo citan, y mal, partes del texto sin su contexto.

Enmienda a sí mismo

Pedro Sánchez Pérez-Castejón (Madrid, 29 de febrero de 1972) lo sabe y asume el compromiso. Así lo ha manifestado en sus intervenciones en el Congreso, en el duro y severo examen fruto de la falta de la pedagogía que nunca debió abandonar la política. Y haciéndolo, se enmienda a sí mismo, pasando página a declaraciones anteriores y comiéndose en ayunas algún sapo indigesto. 

Y todo porque en un mundo en red, donde predominan las voces mutantes y populistas, radicales y exacerbadas, a las que la política hace excesivo caso, la dinámica de las necesidades electorales lleva a perder de vista hoy lo que puede ser una obligación mañana, si se ostenta el poder. De ahí las incongruencias de los que exigen coherencia, de los insultos con los que responden los insultados, las humillaciones que lamentan quienes antes han humillado, las traiciones señaladas por quienes ya han traicionado y la descalificación de los que se han descalificado.

No lo tiene fácil Pedro Sánchez. Y él lo sabe. Su suerte está ligada ahora a la de quienes pasan de necesarios a imprescindibles. Sin margen. Y esto exige algo más que la fortuna que se le atribuye. Por lo menos, mientras el PP siga convencido de que puede encontrar en la calle lo que no le facilitaron las urnas. Mientras tanto, el reelegido presidente tendrá que aplicar su adaptación de la famosa frase de Manuel Azaña en el Ayuntamiento de Barcelona el 18 de julio de 1938 y que esta semana recordaba, oportunamente, el historiador Julián Casanova. Y así, cambiando piedad por generosidad, mantener la trilogía que conforma con la paz y el perdón.

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