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Josep Maria Fonalleras
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45 esperanzas, 45 futuros

El ejercicio optimista de EL PERIÓDICO para celebrar sus 45 años es una enmienda a la totalidad a aquel tópico que dice que las buenas noticias no venden

EL PERIÓDICO celebra su 45 aniversario proyectando el futuro

'Nuestros próximos 45 años', el suplemento especial de EL PERIÓDICO

45 aniversario artículo director

45 aniversario artículo director / ARCHIVO EL PERIÓDICO

El ejercicio optimista del PERIÓDICO para celebrar sus 45 años de vida, con 45 portadas de buenas noticias (muchas de ellas ilustradas con el punto de enigma y de perspicacia de Leo Beard), son una enmienda a la totalidad a aquel tópico que dice que las buenas noticias no venden ni salen en las portadas.

Todas las inquietudes que marcan nuestro presente, que dibujan un futuro oscuro (o gris, al menos), que nos pueden llevar al pesimismo más extremo o a un persistente nihilismo, se cancelan aquí con una propuesta de paraíso (o de purgatorio, al menos) posible. ¿No lo es que la paz vuelva a Ucrania (o a Palestina, puestos a pedir)? ¿No lo es que el 'big data' controle las pandemias o que los océanos queden libres de plásticos?

La pirueta, si se puede llamar así, del especial de los 45 años del PERIÓDICO es que en el interior persiste la esperanza a la vez que no se ejerce la indulgencia. Se acerca a ese ejercicio gramsciano que consiste en practicar el pesimismo de la inteligencia y, al mismo tiempo, el optimismo de la voluntad.

La lectura del especial nos aboca al vértigo, tanto por la distancia transcurrida como por las previsiones del camino a recorrer. Produce escalofríos constatar que en 1978 nadie hablaba de internet o de aplicaciones, de teléfonos móviles y que, por ejemplo, había un 13% de microondas en los hogares, frente al 85% de ahora.

Y da miedo comprobar el descenso alarmante del uso del catalán. En cambio, es alentador el dato que proporciona Salvador Macip: si hasta el siglo XX la esperanza de vida estaba en torno a los 30 años, ahora ya estamos situados en la raya de los 83, aunque aquí se abre el debate (lo hace el propio científico) sobre cuál es el límite para una sociedad envejecida que quiere envejecer más todavía, mientras rejuvenece, según cómo, hasta la inmortalidad

Han cambiado las relaciones personales y las familias y los amores, abrigándonos y sumergiéndonos en el espacio de ficción del hogar. No habrá sida, pero sufriremos pandemias peores (también las de la guerra) y comeremos, según Toni Massanés, grandes cantidades de mejillones y ostras, y de legumbres, y haremos papillas (lo dice Pau Arenós) con hormigas y langostas, las del campo. Harán con ellas galletas y barras energéticas que servirán para ralentizar el envejecimiento, así como algunas algas y quizás filetes diseñados en un laboratorio.

Vivimos ahora entre lo que nosotros fuimos y lo que serán nuestros nietos. Y escribimos esta historia, todavía, en un libro, y forjamos una literatura. Como afirma Juan Cruz, "la literatura no acabará, cómo va a acabar".

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