Escritora
Care Santos
Escritora
Padres, madres, poneos las pilas
Intentad que os cuenten qué porno ven, en qué páginas, qué consideran normal y qué les molesta, les ofende, les da asco. Desdramatizad la cuestión, pero tomadla en serio
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No consigo entender cómo hay aún padres y madres que no hablan de sexo con sus hijos. Que les parece un tema incómodo, desagradable, feo, demasiado íntimo. Como si lo feo, lo incómodo, lo íntimo y lo desagradable no formara parte de la educación que todos los que hemos procreado debemos darles a nuestros hijos. Puedo comprender que no procedemos de una tradición abierta o desinhibida. Que nuestros propios padres no supieron ni qué contarnos ni cómo abordar el tema del sexo, porque ellos procedían de una inopia aún peor, una ignorancia absoluta, lacerante. Pero, precisamente por ello, y porque cada generación tiende a enmendar con sus cachorros aquello que le faltó cuando era como ellos, esperaba de la mía, de la anterior y desde luego, de las siguientes, un poco más de claridad y valentía. Pero no, menuda sorpresa. El sexo sigue siendo para algunos el tabú de tabúes. Hay gente de cuarenta que no sabe cómo hablar de clítoris, de felaciones, de masturbación, que prefiere abstenerse o delegar en otros. Y, mientras tanto, quienes lo pagan caro son los jóvenes, en cuyas manos hemos depositado un aparato diabólico que les conecta con el mundo, con su vastedad inabarcable, con sus mejores y sus peores caras. Les hemos dado el mundo pero no el filtro con que interpretarlo.
Todo es siempre, en su base, una cuestión de educación. Los adultos repetimos una y otra vez que hay que educar a los chavales, que hay que mostrarles la diferencia entre una sexualidad y una afectividad normalizada (es decir, no violenta, no vejatoria para nadie, lo más humanizada posible) y las prácticas que encuentran en internet con un solo click. Sí, claro está, pero me temo que deberíamos primero comenzar por educar a los padres y madres que aún temen hablar claro, que no se deciden a abordar ciertos temas o pronunciar ciertas palabras.
Padres, madres, poneos las pilas. Investigad qué ven vuestros hijos, qué circula por sus grupos de WhatsApp, qué opinan de ese amigo que se mata a pajas o que se pasa la vida pidiéndole a las chicas de su entorno fotos de sus tetas, qué harían (o qué han hecho) de recibir una foto que viola la intimidad de alguna conocida. Intentad que os cuenten qué porno ven, en qué páginas, qué consideran normal y qué les molesta, les ofende, les da asco. Desdramatizad la cuestión, pero tomadla en serio. Todos en algún momento hemos visto porno, el porno cumple una función y puede ser estupendo, pero hay que saber de qué se trata. Es como ver ciencia ficción: casi nadie cree en serio que los marcianos van a llevarle a dar una vuelta por su barrio en una nave supersónica. La realidad y la ficción necesitan filtros, aclaraciones. En unos años es posible que aún más que ahora. No vale echarle la culpa a otros. No todo se arregla legislando contra la facilidad con que los niños acceden a ciertos contenidos de internet (aunque haya que hacerlo, y lo antes posible). Debemos asumir también culpas y responsabilidades. Hacer los deberes que nos tocan como padres y madres. Educarnos para poder educar.
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