Conflicto Israel-Gaza
Ignacio Álvarez-Ossorio

Ignacio Álvarez-Ossorio

Catedrático de Estudios Árabes e Islámicos en la Universidad Complutense de Madrid.

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Hamás: las razones de la sinrazón

Al golpear con saña el territorio israelí, viene a recordar que la cuestión palestina no debe darse por muerta y que Israel ha de pagar un elevado precio por perpetuar su ocupación

La guerra entre Israel y Gaza supera los mil muertos y escala hasta incendiar la región

¿Por que hay guerra entre Israel y Gaza?: las claves del ataque de Hamás

Un soldado israelí inspecciona equipamiento militar, mientras permanece cerca de la frontera con Gaza, al sur de Israel.

Un soldado israelí inspecciona equipamiento militar, mientras permanece cerca de la frontera con Gaza, al sur de Israel. / ATEF SAFADI / EFE

Israel ha sufrido uno de los ataques más devastadores de su historia que ha provocado la muerte de, al menos, 700 personas. El hecho de que la mayor parte de ellos sean civiles y que hayan sido ejecutados a sangre fría ha generado una amplia ola de solidaridad internacional. Tanto el presidente estadounidense, Joe Biden, como la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, han reafirmado el derecho de Israel a defenderse, lo que ha sido interpretado por las autoridades israelíes como un cheque en blanco para golpear no solo a objetivos militares, sino también la infraestructura civil de la franja de Gaza. 

No augura nada bueno el hecho de que Yoav Gallant, ministro de Defensa israelí, haya anunciado que “no habrá electricidad, ni alimentos ni combustible para Gaza. Estamos luchando contra animales y actuaremos en consecuencia”. Aunque los castigos colectivos representan un crimen de guerra, las autoridades israelíes parecen determinadas a castigar a los dos millones de palestinos que viven en dicha franja por las acciones de Hamás. De manera incomprensible, la Unión Europea se ha sumado a esta estrategia de estrangulamiento al congelar ayuda al desarrollo por valor de 700 millones de euros, destinada a una población asfixiada por más de 15 años de bloqueo y que se encuentra en una situación humanitaria desesperada.

Así las cosas, cabe preguntarse qué ha llevado a Hamás a embarcarse en una operación de esta envergadura. A objetivos cortoplacistas, como la captura de rehenes que podrían ser utilizados como moneda de cambio en un eventual canje de prisioneros, se unen otros de más largo alcance. Quizás el más relevante sea torpedear el proceso de normalización entre Israel y el mundo árabe, iniciado con los Acuerdos de Camp David de 1978 y proseguido en 2020 con los Acuerdos de Abraham. Las maratonianas negociaciones desarrolladas entre Israel y Arabia Saudí en los últimos meses podrían representar un golpe mortal para la causa palestina en el caso de que concluyesen con éxito. Obviamente, el principal interesado en frenar dicho acercamiento es Irán, el mayor aliado de Hamas y enemigo de Israel en la región.

Una tercera razón sería enviar un claro mensaje a Israel. Durante sus quince años al frente del gobierno israelí, Binyamín Netanyahu ha tratado de perpetuar el 'statu quo' sin presentar ninguna concesión territorial a los palestinos. En la escena internacional esta estrategia ha tenido un claro éxito, puesto que ha conseguido invisibilizar la cuestión palestina y ha convencido a los países occidentales de que el conflicto palestino-israelí es irresoluble. Con ello ha logrado el silencio de la comunidad internacional a su política de hechos consumados destinada a hacer inviable un eventual Estado palestino sobre Cisjordania, Gaza y Jerusalén Este, territorios que Israel ocupa desde 1967. Al golpear con saña el territorio israelí, Hamás viene a recordar que la cuestión palestina no debe darse por muerta y que Israel ha de pagar un elevado precio por perpetuar su ocupación

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