Sacrificar a la plebe

El mundo nos mira la amnistía

Pedro Sánchez no engaña a nadie, hay que reconocer que siempre ha dejado muy claro que quiere seguir gobernando a cualquier precio

Pedro Sánchez

Pedro Sánchez / David Castro

Albert Soler

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Tampoco hay para tanto, en España ya hemos tenido otras amnistías. Hubo una en los años setenta para facilitar la llegada de la democracia y enterrar al franquismo, y ahora se avecina otra para que Pedro Sánchez continúe en La Moncloa. No son objetivos tan dispares, en ambos casos la finalidad es proporcionar un mejor futuro a la gente, a todos los españoles en los años setenta, a Sánchez y sus amigos en la actualidad, da igual, no vamos a ponernos puntillosos, el caso es que haya quien mejore su vida gracias a la amnistía. Merced a los votos de JuntsxMercadear (o como se llamen hoy), Pedro Sánchez podrá continuar en el poder, vivirá bien cuatro años más y la amnistía habrá adquirido razón de ser.

En el pasado, en países que sufrían cruentos conflictos, ha habido amnistías que tenían como objetivo ayudar a superarlos. En Catalunya no hay actualmente conflicto alguno, pero eso, lejos de restarle legitimidad a la amnistía con que el Gobierno español va a obsequiar los líderes lacistas, no hace sino demostrar que en España estamos más avanzados que en cualquier otro país. Allí donde otros necesitan violencia y muertos para proclamar amnistías, aquí nos basta con necesitar un puñado de votos. Mientras en Irlanda del Norte, Sudáfrica, Argentina y otros países, el precio de la amnistía fue muy caro, en la España actual podemos presumir de reventar precios y ponerla al alcance de todos los bolsillos. Lo mismo que hace China con los móviles y los coches, lo hace España con las amnistías.

-¡Señora, le vendo una ley de amnistía a cambio de siete votos! No hace falta ni que mate ni que secuestre ni nada. Siete votos y es toda suya.

Más barata que en Andorra. La amnistía a la española va a ser pronto tan famosa como la tortilla a la española, y sin necesidad de añadirle cebolla. Gobiernos de todo el mundo van a copiar la idea de Sánchez, y allá donde no lleguen los votos para alcanzar el poder, va a llegar la amnistía, tome nota Trump, que se la podrá aplicar a sí mismo. En España, no va a tardar mucho en formar parte de los programas electorales, y los líderes políticos van a competir entre ellos para ver quien anuncia una amnistía más amplia.

Pedro Sánchez no engaña a nadie, hay que reconocer que siempre ha dejado muy claro que quiere seguir gobernando a cualquier precio, y perder las elecciones no le iba a suponer impedimento. Si hubiera necesitado los votos de los judíos, se habría circuncidado en público, y si le hicieran falta los votos de los veganos, sacaría mañana mismo un decreto ley prohibiendo el consumo de carne. Lo primero es lo primero, y una vez se acostumbra uno a la Moncloa, con sus salones y sus jardines, sin facturas de luz ni agua, con el lugar de trabajo en el propio hogar, no va a mudarse de domicilio solo porque le faltan unos votos de nada, que además están a la venta. No va uno a poner el Estado por delante del beneficio propio, que estamos en España, hostias.

Cierto es que, a cambio de la amnistía, va a empeorar la calidad de vida de los catalanes, que van a vivir el resurgimiento de un conflicto que en su día provocó una grave fractura social y ya se encontraba totalmente superado y olvidado. Pero eso es problema de los catalanes, que se apañen con sus cuitas, lo que cuenta es que en la Moncloa siga viviendo Sánchez y familia. Si la amnistía facilita el retorno de los prófugos de la justicia, y si a su vez eso conlleva nuevos conflictos, habrá que armarse de paciencia y reconocer que, a veces, para que alguien siga en el poder, la plebe debe sacrificarse. Para eso estamos.

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