Tribuna

La oficialidad, una cuestión clave para el catalán

Banderas de la Unión Europea en un acto en Bruselas.

Banderas de la Unión Europea en un acto en Bruselas. / NICOLAS MAETERLINCK / BELGA PRESS

Òscar Escuder

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La noticia de que el ministro Albares ha pedido por carta al Consejo de la UE "la inclusión" del catalán en el Reglamento n. 1 de 1958 (que establece cuáles son las lenguas oficiales y de trabajo de la UE) es buena. Es el primer paso para lograr lo que reclamamos al Gobierno español que haga: el catalán, 25ª lengua oficial de la UE.

Sin embargo, hay que ser prudentes con el anuncio. De entrada, porque esto es únicamente la carta enviada al Consejo. Desde Plataforma per la Llengua pedimos al Gobierno español que publique antes de fin de mes el memorando en el que detallará el contenido de su solicitud y que debería dejar claro que lo que pide es la incorporación del catalán al listado de lenguas del artículo 1 del Reglamento, y nada más que esto. Lo advertimos porque cuando el Gobierno de Zapatero pidió un estatus a medio camino entre la oficialidad y el no reconocimiento, intentó regularlo a través del mismo Reglamento. Hay que evitar tentaciones similares. En cualquier caso, ayer el ministro Albares declaró que solicitarían la oficialidad y no otra cosa, y eso sería nuevo y es lo que queremos.

En segundo lugar, también es necesario ser prudentes porque la oficialidad del catalán debe aceptarse por unanimidad. Hay quien plantea que Francia puede ser un escollo. Que no lo sea es responsabilidad del Gobierno español. Los Estados negocian e intercambian cartas en función de sus intereses, y si Francia plantea contrapartidas elevadas, es a España a quien le corresponde negociar hábilmente, tal y como haría si fuera el castellano el que dependiera de ello. Más difícil era alcanzar un acuerdo para los fondos europeos de recuperación y, dado que la voluntad política era real, se llegó a él. España tiene ahora una fuerza negociadora superior a la habitual porque ostenta la presidencia de la UE, por lo que desde Plataforma per la Llengua hacemos campaña para que se aproveche esta oportunidad.

Posibles reticencias

Por último, hay que ser prudentes porque desconocemos cómo podrían aparecer las reticencias de terceros. En caso de que el Consejo aduciera impedimentos legales –por ejemplo, afirmando que solo pueden ser lenguas oficiales las mencionadas en el artículo 55.1 del Tratado de la UE– España debería llevar esta respuesta al TJUE, que es la institución competente para interpretar las normas europeas. Juristas catalanes y extranjeros que han estudiado la cuestión consideran que no existe base legal para sostener este posicionamiento y que, en todo caso, se basaría en una interpretación restrictiva del régimen lingüístico europeo.

Asimismo, también podrían aparecer dificultades en forma de periodos transitorios largos (como ocurrió en el caso del irlandés) o que no exigiesen únicamente el paso del tiempo –sino más condiciones– para decaer. Hay que estar atentos a todo esto.

Y, ¿por qué deberíamos celebrar la consecución de la oficialidad? Sobre todo porque tiene consecuencias reales. Mucha normativa europea exige que determinadas cosas se hagan en lenguas oficiales. Por ejemplo, en el etiquetado de productos sanitarios o alimenticios. Con la oficialidad podremos exigir que las grandes marcas de yogures o cereales que todos tenemos en la cabeza etiqueten –también– en catalán. Por extraño que esto nos parezca, es algo perfectamente normal en países respetuosos con su diversidad interna, como en Suiza, donde grandes cadenas como Migros etiquetan en francés, alemán e italiano. Cabe recordar que el Código de Consumo ha pasado ya por la criba del TC y el único escollo para su aplicación plena es la oficialidad.

Más útil y necesaria

La oficialidad implicará más cosas. Sin ir más lejos, los procedimientos judiciales que lleguen a Europa podrán estar en catalán, y los textos legales europeos tendrán que traducirse al catalán. Asimismo, saber catalán pasará a ser un mérito en la función pública europea. Esto es importante no solo por la presencia pública de la lengua, su proyección y su prestigio, sino también porque la hace más útil y necesaria, y estrecha el vínculo entre su conocimiento y el ascensor social.

Por todo ello, este debería ser un objetivo compartido por todos los que queremos que el catalán encare con más garantías el reto de la globalización. Es una aspiración que fortalece el principio europeo del multilingüismo y no resta espacio a ningún otro idioma. Es un logro realista y fructífero al que podemos llegar en un espacio relativamente corto de tiempo. Démosle la importancia que merece.