Limón & vinagre
Josep Cuní

Josep Cuní

Periodista.

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Juan Luis Arsuaga, leer y saber

En 'Nuestro cuerpo', el paleoantropólogo indaga en los movimientos humanos

Juan Luis Arsuaga Contra

Juan Luis Arsuaga Contra / Ferran Sendra

¿Para qué sirve una mano? Una pregunta tan simple parece que debe tener una respuesta fácil. Por ejemplo: para poder hacer cosas. Pero viene la mirada científica y todo se convierte en algo mucho más complejo. Tanto, que deriva a otras cuestiones más trascendentes que obligan a retroceder en el tiempo y repasar la evolución de la extremidad. Y no darse por vencido para pasar a preguntarse: "¿Qué es una mano?" o "¿de dónde viene?". Incluso, "¿cuál es la función específica de esta parte del cuerpo humano tan diferente de la del chimpancé del que procedemos?".

No son ocurrencias de verano. Tampoco un desvarío provocado por el exceso de calor o su errónea solución a base de refrescantes bebidas alcoholizadas. Son simplemente provocaciones intelectuales de quien, movido por una innata curiosidad, se adentra en la ciencia porque quiere saber. Y vive pendiente de ampliar el conocimiento y no darse nunca por vencido a sabiendas de que, no habiendo un final, se busca complicaciones. No en vano, hacer ciencia consiste en encontrar un problema atractivo, casarse con él y tener muchos problemitas, en irónica definición de todo un premio Nobel.

Observación en el museo

En una sociedad en la que mayoritariamente se busca huir de las dificultades, ir a contracorriente tiene mérito. Y esto es lo que hace el paleoantropólogo Juan Luis Arsuaga Ferreras (Madrid, 1954). Su sello queda claramente identificado en su último libro 'Nuestro cuerpo' (Destino). Inspirado en la observación de las esculturas griegas del Museo del Prado, indaga en sus movimientos a pesar de la inmovilidad y deduce sus comportamientos a pesar de la quietud.

"Somos una especie caminante", resume el catedrático. Y aludiendo al camino de Santiago, concluye que un promedio de 22 kilómetros diarios es la distancia ideal que deberíamos recorrer en modo ejercicio físico porque se relaciona, además, con la jornada que durante la Edad Media se imponía a los pastores.

Esto no nos adelgazará si comemos más de lo que debemos, pero nos ayudará a mantenernos en forma a pesar de que tenemos un cuerpo muy bien diseñado y armonioso del que retenemos un conocimiento desordenado y del que observamos estupefactos que apenas consume gasolina. Lo demuestran las diabólicas máquinas de los gimnasios de las que nos servimos para machacarnos, en la mayoría de los casos inútilmente.

Autómatas con alma

Es a partir de anécdotas y comentarios populares donde Arsuaga imparte una larga y amena clase magistral en unos centenares de páginas aptas para todas las capacidades y adecuadas a todas las curiosidades. Una apología del conocimiento que se sirve de la prensa deportiva para acercarse al descubrimiento de nuestros huesos, que son nuestras palancas, nuestras articulaciones, que son nuestras poleas y nuestros músculos, que son nuestras cuerdas. Y así nos asimilamos a lo que en realidad somos: unos autómatas con alma.

Siguiendo la doctrina popular de los proverbios chinos, Arsuaga ha escrito el libro para aprender. Con el mismo objetivo, enseña. Y es así como uno de los principales investigadores de Atapuerca, yacimiento al que le dedica una parte sustancial de su trabajo, acerca al lector a una mirada distinta, culta, rica y desacomplejada de nuestra anatomía. La recorre de abajo a arriba, observa y se lo pregunta todo. Solo que,sus preguntas y respuestas las comparte con quien quiera aprender.

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