Pantallas
El futuro del 'streaming' se parece mucho a la televisión
Ahora se busca moderar el consumo, estirar la vida del producto y hacer que cada euro invertido rente un poco más en lugar de quemarlo en unos pocos días
Elena Neira
Profesora de los Estudis de Ciències de la Informació i de la Comunicació de la UOC
Si piensas que el 'streaming' se parece cada vez más a la televisión estás en lo cierto. Anuncios, el regreso al estreno semanal en el caso de muchas series y la obligación de ver la plataforma en el hogar (y no compartir cuenta con alguien que viva en la otra punta de la ciudad) son ejemplos de la transformación de un entretenimiento que se vendió a sí mismo como sinónimo de libertad. La televisión también ha abrazado características típicamente asociadas al vídeo bajo demanda, como las suscripciones sin publicidad, los estrenos exclusivos o la posibilidad de descargar cosas para verlas sin conexión.
Hace menos de una década las plataformas de VOD tomaron el audiovisual por asalto con una fórmula que, en lo sustancial, suponía eliminar las incomodidades de televisión. ¿Las cadenas te obligaban a esperar una semana para ver una nueva entrega de tu serie favorita? Ellas estrenaban todos los capítulos de golpe para vieses tantos de una sentada como te apeteciese. ¿La tele interrumpía lo que estabas viendo para colarte anuncios? Las plataformas eran una zona libre de publicidad. ¿La oferta se reducía a lo que se emitía en un puñado de canales? El 'streaming' ponía ante ti un océano de contenidos.
Los últimos años han sido años de aprendizaje para el audiovisual. La televisión comprendió que, apostando por la flexibilidad y la cercanía digital, la audiencia del futuro no estaba perdida. Por su parte, el batacazo de la economía mundial expuso ese secreto, feo y comprometedor, que las plataformas guardaban en el armario: la barra libre tenía a casi todas las plataformas en números rojos. El 'streaming inició entonces una gran corrección que, en la práctica, ha supuesto mirar al jardín de su vecina, la tele, para ver qué cosas podían replicar para ser, en sus palabras, más eficiente con lo que ofrece.
De pequeña había una estampa cotidiana cuando mis padres volvían del supermercado y colocaban toda la compra sobre la mesa de la cocina. Yo quería abrir todo lo nuevo que estaba a punto de entrar en la nevera, pero mis padres me recordaban que primero había que terminar lo que ya estaba empezado y, a continuación, se abriría lo demás poco a poco y con sentido común. Ellos sabían mejor que yo que una compra podía aprovecharse o desaprovecharse y que la diferencia entre ambos resultados era la racionalidad en el consumo. La revelación que las plataformas han tenido con los estrenos semanales, por ejemplo, tiene gran parte de esa lógica. Ahora se busca moderar el consumo, estirar la vida del producto y hacer que cada euro invertido rente un poco más en lugar de quemarlo en unos pocos días.
La respuesta al progreso no siempre está en cargarse lo que había antes y construir sobre las ruinas un proyecto innovador. A veces lo más inteligente es observar y adaptar lo que ya funcionaba. Parece que, después de muchas vueltas, el futuro del 'streaming' y de la televisión estará en un justo equilibrio entre lo viejo y lo nuevo
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