De Girona a Barcelona
Rafael Jorba

Rafael Jorba

Periodista. Secretario del Comité Editorial de EL PERIÓDICO.

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Una doble vara de medir

El proceso independentista está en vía muerta, pero el relato sigue vivo: lo que es bueno en Girona o en la Generalitat, es una 'traición' en la alcaldía de Barcelona 

Ilustración de Leonard Beard

Ilustración de Leonard Beard / Leonard Beard

Lo he escrito por activa y por pasiva. Y lo repito hoy: el proceso independentista está en vía muerta, pero el relato sigue vivo. Mantiene la hegemonía cultural y, en consecuencia, impregna aún muchos de los análisis políticos y mediáticos. Lo vimos el sábado en la constitución de los nuevos ayuntamientos, empezando por el de Barcelona. Lo que por la mañana había sido bueno en Girona –la elección por mayoría absoluta de un alcalde que había quedado en segunda posición en las elecciones del 28M– en Barcelona era considerado un acto de indignidad hasta el punto de que un diario digital llegó a plantear esta pregunta: "¿Crees que la alcaldía de Jaume Collboni es legítima?".

Me ahorro los calificativos que podrían aplicarse a esta conducta –deslegitimar una elección acorde con la legislación electoral– y dejo la valoración al criterio de los lectores. Lo que me interesa subrayar es la doble vara de medir que se aplica a los políticos según sean del bloque independentista o del resto de las fuerzas políticas que gozan de la presunción de culpabilidad.

Lo pudo comprobar el nuevo alcalde cuando, siguiendo la tradición, cruzó la plaza de Sant Jaume para ponerse a disposición del 'president' de la Generalitat. No fue un intercambio protocolario. Pere Aragonès le reprochó la "sombra de un acuerdo realizado desde Madrid" y que hubiese sido investido por partidos "con modelos de ciudad, de país y de sociedad totalmente opuestos".

'Modelo de sociedad'

El pacto que había avalado ERC –el partido del 'president' Aragonès– horas antes en Girona había sido todo un ejemplo de coherencia política –sumaba a las tres fuerzas del bloque independentista– y hacía alcalde a Lluc Salellas, de la candidatura promovida por la CUP, pese a que el 28M sumó menos votos que la lista de la socialista Sílvia Paneque. La 'coherencia' de la CUP, JxCat y ERC hay que buscarla en el llamado 'hecho nacional' que es el cajón de sastre para hacerse un traje a medida para sus promotores. El 'modelo de sociedad' de los tres partidos –de la derecha nacionalista a la extrema izquierda anticapitalista, pasando por el republicanismo de izquierdas– es aquí secundario. 

También lo es el Palau de la Generalitat: el 'president' Aragonès, que ahora gobierna en minoría (33 diputados de 135), fue el segundo en las últimas elecciones catalanas, pero pudo desplazar al socialista Salvador Illa gracias a un acuerdo con JxCat y la CUP. Los anticapitalistas lo habían condicionado a una moción de confianza que nunca se ha votado y los posconvergentes decidieron abandonar el Govern. Antes de que sucediera, los desacuerdos sobre el modelo de sociedad se habían evidenciado, por ejemplo, en los presupuestos. Pere Aragonès, sin embargo, sigue al frente de la Generalitat apelando a una falsa "mayoría del 52%": en las elecciones del 14F de 2021 la suma de estos tres partidos se quedó en el 48,05%.

Resumiendo: lo que es bueno en Girona o en la Generalitat es una 'traición' en la alcaldía de Barcelona. (El bloque soberanista, dicho sea entre paréntesis, fue incapaz de aunar sus fuerzas en Ripoll por la deserción de JxCat para desplazar a la extrema derecha independentista de la alcaldía). Volvamos a Barcelona: Xavier Trias hizo una gran campaña con su marca personal –'Trias per BCN'–, pero se equivocó en el pospartido al acabar secundando la estrategia de JxCat. Llegó al pleno con un pacto con ERC que se quedaba lejos de la mayoría absoluta (16 de 21 concejales). Si Trias hubiera seguido haciendo de Trias, las alarmas no se hubiesen encendido –ni en el PP ni en Sumar– y hubiese sido alcalde como cabeza de la lista más votada.

Tengo estima profesional y respeto político por Xavier Trias: fue un pediatra hospitalario, un eficiente gestor sanitario y un 'conseller' hacedor de consensos. Entiendo que en caliente se despachara al sábado con un "que us bombin a tots", pero me cuesta entender que lo repitiera el domingo –por tres veces– en el consejo nacional de JxCat. Si un 'noi del Guinardó' hubiese actuado así, sería un 'xava', pero si lo hace un 'senyor de Barcelona’, es una muestra de elegancia. Aún hay clases.

Y una acotación final: la frase de Trias ha sido comparada con la de Estanislau Figueras al dimitir como presidente de la Primera República: "Voy a serles franco: ¡estoy hasta los cojones de todos nosotros!". Los que así lo hacen se confunden de persona verbal. Trias hubiera tenido que decir: "¡Que ens bombin a tots!".