Escándalo en EEUU
Las causas de Trump
Con una tercera causa todavía pendiente este verano en Georgia por llamar al gobernador de ese estado para que "encontrara" papeletas de voto a su favor, cada uno de esos procesos se convierte en campaña
Rafael Vilasanjuan
Periodista
Cuando Donald Trump acuda a declarar el martes al tribunal de Miami que le investiga por esconder papeles con secretos de estado, va a poner en entredicho a la justicia americana y al sistema que le permitió gobernar durante cuatro años desde la Casa Blanca. Como ya hizo con el proceso anterior por utilizar dinero de su plataforma electoral para silenciar sus relaciones con una actriz porno, ahora el delito afecta la seguridad del Estado, pero el argumento que va a utilizar es el mismo: el poder utiliza a los jueces para evitar que vuelva a ser presidente. Y sus seguidores le van a creer.
Nixon y Clinton también sufrieron procesos, pero a diferencia de ellos, que trabajaron para defenderse respetando a la justicia, Trump pone en cuestión el sistema. No sabemos para qué quería llevarse papeles clasificados, lo que sí se sabe es que algunos de ellos los utilizó fuera de los cauces políticos. Desde información sobre operaciones terroristas en el exterior hasta material muy sensible sobre un posible ataque a Irán, se hace cada vez más difícil pensar que la seguridad del país, y del mundo, pueda estar en manos de alguien así. Pero nada de eso va a cambiar el argumento del expresidente, que ni siquiera va a defender la razón por la que trasladó primero y ocultó después esos papeles.
Su argumento tras conocer la acusación es mucho más sencillo: Biden quiere utilizar el poder federal para arrestarle y evitar a su rival. Eso moviliza a sus seguidores, es el resultado de la polarización. Con una tercera causa todavía pendiente este verano en Georgia por llamar al gobernador de ese estado para que "encontrara" papeletas de voto a su favor, cada uno de esos procesos se convierte en campaña. A cada nuevo paso judicial avanza una deriva cada vez más peligrosa. Si alcanzara de nuevo el poder podría indultarse, pero si no lo gana seguirá erosionando la convivencia en democracia de la primera potencia mundial. Una senda que en pleno ascenso de partidos radicales pone también a riesgo al resto de democracias.
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