Limón & vinagre

Yolanda Díaz, una cuestión aritmética

Quienes la aprecian, admiten que Yolanda Díaz es calculadora, paciente y poco impulsiva. Quienes la detestan la presentan como un caimán capaz de cambiar de piel para sobrevivir en el pantano

Yolanda Díaz defiende en la ONU que "es posible superar un sistema económico despiadado"

Yolanda Díaz defiende en la ONU que "es posible superar un sistema económico despiadado"

Josep Cuní

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Fue en Estados Unidos donde entendieron que un programa televisivo de entrevistas y análisis político los domingos podía tener una doble función: cerrar el ciclo informativo de la semana y marcar el de la siguiente. Así nació 'Meet the press'. Lleva 76 años en antena y es el espacio más antiguo de la televisión norteamericana. Al poco de su estreno en la NBC, sus dos rivales comerciales imitaron el formato para competir e influir tanto en la opinión pública como en la publicada y acaparar el consumo periodístico del desayuno tardío del día de descanso semanal.

En la Europa continental fueron los franceses quienes, mucho más tarde, dedujeron que el mejor momento para aplicar una fórmula parecida era el domingo por la noche. Adaptándolo a la sociología del país, no solo aprovecharon el alto consumo y fuerte tirón mediáticos de la hora familiar sino que supieron convertir las declaraciones de sus invitados en titular indiscutible del lunes por la mañana. Así triunfó, por ejemplo, Anne Sinclair. Convertida en referencia indiscutible durante las décadas 80 y 90 del siglo pasado, cedió el paso a raíz de su relación con Dominique Strauss-Kahn, ministro de Economía, por conflicto de intereses. Reapareció como víctima colateral de los escándalos sexuales del marido ya como director general del FMI.

No hace tanto que, entre nosotros, La Sexta apostó por la histórica tendencia internacional. Y así fue como la protagonista del pasado domingo pasó a dominar la escena política durante toda esta semana.

Yolanda Díaz Pérez (Fene, A Coruña, 6 de mayo de 1971) la empezó probando el sabor agridulce de sentarse frente a Jordi Évole y la acaba saboreando las mieles de José Félix Tezanos. En su horizonte, siempre, sus colegas de Podemos resumidos en la persona de Pablo Iglesias, que el domingo se acostó intentando digerir una ensalada de hostias.

En el primer encuentro, la vicepresidenta pretendía vender su propuesta de Sumar pero no quedó claro si acabó restando. El propio entrevistador ha reconocido que perdió una ocasión de oro para darla a conocer mejor. Ella se enredó en querer aparentar carácter bajo una sonrisa seductora que se le fue desdibujando a medida que no encontraba salida al callejón al que la empujaron. Pero tan cierto es que la felicidad dura poco en la casa del pobre, como que si reduces la desgracia a simple molestia, el accidente no llega a catástrofe. Al ser todo tan fugaz, el jueves el CIS vino a revertir la imagen de la vicepresidenta y ministra de Trabajo manteniéndola en el número uno del pódium de valoración política y otorgándole dos millones y medio de potenciales votos si las elecciones fueran hoy. En el mientras tanto, silencio declarativo. Discurso en la ONU incidiendo en sus habituales relato y gesto y aplauso a sus compañeras de filas y ministras cuando, vestidas de morado, estas se abrazaban en la bancada azul para compartir el dolor que el Congreso infligía a su tozudez legislativa por la ley del 'solo sí es sí' ya contra reformada.

Quienes la aprecian, admiten que Yolanda Díaz es calculadora, paciente y poco impulsiva. Quienes la detestan la presentan como un caimán capaz de cambiar de piel para sobrevivir en el pantano. En cualquier caso, como Roberta Flack, suavemente va matando con su canción. Para sumar y para restar. 

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