Matadlos
Debemos ser contundentes e insistir en la importancia de la memoria histórica para construir una ciudadanía consciente de los peligros del fascismo
Sònia Guerra
Secretaria de políticas feministas del PSC
El título de este artículo podría parecer el desenlace de un film de cine B, pero la expresión no pertenece a la ficción, sino a la realidad política española; concretamente la madrileña. La presidenta de la Comunidad de Madrid, la misma que susurra al oído de Alberto Núñez Feijóo que se abstenga en la fallida moción de censura impulsada por la ultraderecha, enviaba ese mensaje a los diputados del Partido Popular de la Asamblea de Madrid minutos antes de que diese inicio a la sesión plenaria: “La izquierda está acabada. Matadlos”.
Violencia y odio en una sola palabra: “Matadlos”. Y después de eso la nada o el todo. Los que no quieren que se hable de memoria histórica, los que no quieren que se desentierren de las fosas comunes a los asesinados por el fascismo, los que se indignan cuando el dictador fascista es desalojado del Valle de los Caídos... Ellos, los mismos de siempre. Los que fundaron Fuerza Nueva o Unión Nacional durante la transición o los que se escondieron detrás de las siglas de Alianza Popular. Los que ahora militan en el Partido Popular, pero coquetean con Vox en Castilla León. Ellos, los que escriben con una mano “matadlos”, mientras que con la otra nos acusan al resto de estar dividiendo España, de estar rompiendo España.
Y ante su desfachatez, debemos ser contundentes e insistir en la importancia de la memoria histórica para construir una ciudadanía consciente de los peligros del fascismo. Porque eso precisamente es lo que quiere el fascismo, banalizar el mal que representan. Lo hemos podido comprobar esta semana en el Congreso de los Diputados. El candidato a la presidencia del Gobierno propuesto por Vox, Ramón Tamames, estaba más preocupado por su narcisismo ególatra que por lo que supone jugar con el fascismo español, no solo se atrevió a banalizar la Guerra Civil, afirmando que no hubieron “ni buenos ni malos”, sino que osó situar su inicio en 1934, en un intento de no reconocer el Gobierno legítimo de la II República o lo que es lo mismo, negando el Golpe de Estado de 1936. Y esas afirmaciones son igual o más peligrosas que el “matadlos” de Ayuso. Porque unas y otras forman parte del mismo marco mental: el fascista.
Precisamente por eso el candidato de VOX se ofendió cuando el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, le acusó de blanquear a los sucesores de Blas Piñar.
“No le conoce nadie” contestó airado Tamames. No quería el candidato que la ciudadanía recordase a Blas Piñar. Porque, contrario a la transición y a la democracia, Blas Piñar fue hasta el final de sus días el guardián de las esencias del franquismo español. Sus herederos están en las filas de VOX. También del PP. Por eso era importante que lo citase el presidente del Gobierno. Para pasar del “no le conoce nadie” a que “le conozca todo el mundo”. Ese es nuestro deber, democratizar la Historia. Conseguir que “todo el mundo” conozca quienes fueron, qué representaron y los asesinatos que cometieron los familiares de los que ahora escriben “matadlos”, sin temblarles el pulso, en un mensaje de Whatsapp.
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