Gárgolas | Artículo de Josep Maria Fonalleras

El último baile

La primera vez que le ves, piensas que es un histrión con ganas de figurar; la tercera vez, te emocionas

El viudo de la profesora asesinada en Francia baila en su funeral

El viudo de la profesora asesinada en Francia baila en su funeral

Josep Maria Fonalleras

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La primera vez que le ves, piensas que es un histrión con ganas de figurar, de hacerse notar. Quizá no sea lo más adecuado para unas exequias. Tocaría una actitud más pensativa, más discreta, la del hombre herido en el corazón porque ha perdido a la mujer que amaba a causa de una navajada irracional. La segunda vez, piensas que se abstrae de todo lo que le rodea y que ejecuta los pasos de swing a su manera, no muy ortodoxa, seguramente la forma que él y ella tenían de bailar. Al compás que siente en su interior. Que da igual, que hace lo que quiere, un último baile, un homenaje con la que ya no podrá bailar nunca más. Suena ‘L.O.V.E.’, que debe escribirse así, como si fueran unas siglas, y donde ‘L’ significa ‘look’ (la forma que tienes de mirarme), ‘O’ significa ‘one’ (la única a quien yo miro), ‘V’ nos habla de ‘very’ (extraordinario) y ‘E’ es ‘even’ (te quiero incluso más de lo que tú quieres más). Suena ‘L.O.V.E.’ en la versión francesa del propio Nat King Cole y mientras él baila se oye “et pourtant, me voilà”. Estoy aquí, a pesar de todo, porque se trata de un “amor hecho para ti y para mí”. Stéphane Voirin baila frente al féretro de Agnès Lassalle, quizá para recordar que ambos se conocieron en una fiesta, bailando. Poco antes, en la ceremonia, en la iglesia neogótica de Sainte-Eugénie, de Biarritz, han hablado de Agnès y han dicho la ‘A’ de su nombre y la ‘A’ de amor y la ‘A’ de adiós.

La tercera vez que le ves, él desaparece de las imágenes. Amigas y amigos han decidido convertir la explanada de la iglesia en una pista. El ‘L.O.V.E.’ continúa con la historia de alguien que vuelve y que promete no irse nunca más. Y es entonces cuando te emocionas. Justo en ese momento, porque han decidido que el hombre no baile solo, expuesto a la intemperie del dolor, y han convertido aquella escena de despedida irreparable en una celebración triste y, a la vez, en una posibilidad de decir al mundo que le apoyan, y que no es ese histrión que parecía ni el personaje ensimismado, sino el que danza en compañía.

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