Artículo de Agnès Marquès

Rebota ¡y en tu cara explota!

El ciberacoso se ha convertido en una nueva forma de agresión a las mujeres, en este caso periodistas, y las agredidas consumen todo ese odio en silencio porque lo mejor, nos dicen, es no hacer caso. Pero hay que decir ¡basta!

Acto contra el ciberacoso celebrado en el Parlament

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Agnès Marquès

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Idiota, inútil, vendida, puta, "periodista", mala persona, falsa, ñorda, miserable, mentirosa, cara de caballo, puta barata, comunista (?), gilipollas, rata, impresentable, vergonzosa, imbécil, fea, sicaria, mierdosa, hija de puta (lo siento, mamá), fracasada, tonta, amargada, escoria, perra, comepollas, 'malapel', cínica, ruin, ramera, 'curta', cerda, '¡meuca', 'mal parida', mala pécora, fideo, 'malfollada'. Bueno, y muchos, muchos más insultos directos en Twitter. Nada excepcional, lamentablemente. Casi lo normal, como explicaron el lunes en el Parlament compañeras como Cristina Puig, Sara González, Mònica Terribas o Ariadna Oltra: cómo el ciberacoso se ha convertido en una nueva forma de agresión a las mujeres, en este caso periodistas, y cómo las agredidas consumen todo ese odio en silencio porque lo mejor, nos dicen, es no hacer caso, no mirar Twitter, ignorarlos, no alimentarlos. 

Sí, que quien tiene el mal hábito de insultar también lanza su odio contra los hombres, pero hay que pensar que si también les pasa a ellos, a las mujeres mucho más y con una variedad distinta de insultos; atacando nuestro físico y sometiendo nuestras aptitudes y oportunidades profesionales al sometimiento sexual. Ese es el marco mental de los hombres y mujeres que insultan en redes. Siempre pienso que tendrán hijas o sobrinas o nietas a las que no querrán ver arrinconadas en el patio mientras una multitud las acribilla a insultos y mofas, o ser víctimas de esto en sus redes sociales. Hola, abrid los ojos, ¡eso es justo lo que estáis haciendo!

En casa me enseñaron que quien insulta va corto de argumentos. O de recursos para argumentar. A todos se nos escapa un insulto verbal alguna vez porque tenemos el filtro de paseo o porque en la inmediatez nuestra ira no encuentra otro recurso. Pero, en este caso, estamos hablando de escribir el insulto. De tomarse la molestia de escribir un insulto y de enviar el tuit y de no borrarlo después. Y ahí estan, en mi muro de Twitter, esa retahíla de descalificaciones. La verdad es que leídos seguidos hasta llega a darme risa y me recuerda aquello de los años 80: rebota ¡y en tu cara explota! Pero esto no va de supervivencias individuales. Va de decir ¡basta! Va de denunciar el ciberacoso en las redes.