Artículo de Josep M. Lozano

Tres fracturas

Las fallas ecológica, social y espiritual están tan relacionadas entre sí que no podremos resolver ninguna de ellas si no resolvemos también las otras dos

La crisis del coronavirus arrasa con los más pobres y se ceba con las mujeres

La crisis del coronavirus arrasa con los más pobres y se ceba con las mujeres / Miguel Lorenzo

Josep M. Lozano

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Otto Scharmer, profesor del MIT, resume la situación actual diciendo que vivimos inmersos en tres fracturas simultáneas. Una fractura ecológica (de los humanos con la naturaleza), una fractura social (de los humanos entre sí) y una fractura espiritual o cultural (de los humanos consigo mismos). La peculiaridad del análisis de Scharmer reside en que considera imposible resolver las tres fracturas por separado. Al contrario: están tan relacionadas entre sí que no podremos resolver ninguna de ellas si no resolvemos también las otras dos.

La fractura ecológica se ha convertido en un tema central de nuestras agendas, y casi parece una obviedad. Una obviedad para las agendas y, no obstante, no tanto en las decisiones políticas y empresariales, ni en las formas de la vida cotidiana. Pero la cuestión es que abordar esta fractura no nos pide solo cambios de comportamiento, hábitos y prioridades. Nos pide también cambiar nuestros patrones mentales, dado que la crisis no es, estrictamente, ecológica, sino sistémica. Y necesitamos aprender -y necesitamos hacerlo deprisa- a pensar y decidir en clave sistémica. Por poner solo un ejemplo: ya podemos mejorar nuestra sanidad y aumentar sus infraestructuras que si no entendemos que la salud humana está interrelacionada con la salud animal, los equilibrios ecológicos y el cambio climático, poner el foco solo en las necesidades -obvias- de inversiones en sanidad, no nos llevará a otra cosa que a tener que aumentar el gasto hasta el infinito.

La fractura social puede ir adquiriendo nuevos perfiles. No solo las desgraciadamente clásicas cuestiones referidas a la pobreza y la desigualdad. Sino también, por decirlo en palabras del Papa Francisco, los descartados. Gente no necesariamente en situación de pobreza, pero fuera de los circuitos de la sociedad tecnológica emergente. O, en expresión de Bauman, vidas desperdiciadas, sobrantes. Las crisis institucionales que vemos en las democracias liberales no solo reflejan una mezcla de polarización social y obsolescencia institucional, sino que esconden una realidad social subyacente de vidas descartadas y desperdiciadas. Quizás con subsidios, pero descartadas y desperdiciadas.

Pero así como de la fractura ecológica y de la fractura social tenemos conciencia, propuestas y movilizaciones, de la fractura espiritual vemos síntomas, pero casi todavía no nos atrevemos a darle nombre ni a mirarla de cara, solo alcanzamos a preocuparnos por reaccionar a los síntomas. Por cierto: si alguien todavía vive mentalmente en el siglo pasado y 'espiritual' le molesta o le activa la sospecha de sus prejuicios hacia la religión, como si fueran lo mismo, que lo llame fractura anímica si así se queda más tranquilo. En cualquier caso, no solo vivimos una emergencia climática, vivimos también una emergencia espiritual (o anímica). Lo vemos en las crisis emocionales y de identidad entre los jóvenes, en el malestar vital que ponen de manifiesto varios indicadores sociales, o en el desconcierto de la educación. Porque cuanto más sistémica es una crisis, más implicaciones personales y relacionales tiene. Y esto viene acompañado por una cierta quiebra de las instituciones que, en el pasado, permitían elaborar la articulación de los proyectos y los vínculos vitales, que quedan en manos del azar o de la suerte. Está claro que hay mucha gente activa y comprometida en este ámbito, que realizan un trabajo ingente. Pero todavía no hemos llegado a vincular la emergencia climática y la social con la espiritual (o anímica). Por eso no debe sorprendernos la reciente iniciativa de proponer no solo objetivos de desarrollo sostenible, sino que también, vinculados con los anteriores, se acaba de lanzar un proyecto global sobre objetivos de desarrollo interior (innerdevelopmentgoals.org).

Vivimos tres fracturas: la ecológica, la social y la espiritual. El primer paso para abordarlas es reconocer y diagnosticar que no podremos resolver ninguna de ellas sin afrontar e integrar las otras dos.

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