'As bestas' y 'Alcarràs', mucho más que cine
El debate sobre la implantación de las energías renovables en zonas rurales
Olga Merino
Periodista y escritora
Escritora y periodista. Master of Arts (Latin American Studies) por la University College of London (Beca La Caixa/British Council). Fue corresponsal de EL PERIÓDICO en Moscú en los años 90. Profesora en la Escola d'Escriptura de l'Ateneu Barcelonès. Su última novela: 'La forastera' (Alfaguara, 2020).
A mediados de agosto, de regreso a Barcelona tras las vacaciones, nos detuvimos a comer un bocadillo en el Hotel Pepa, de Villafranca de Ebro, para reanudar enseguida la ruta hacia Bujaraloz y más allá. Caía un sol bíblico sobre los campos resecos y el asfalto de la carretera. Aquí y allá, entre kilómetros y kilómetros de soledad, emergía una fonda abandonada, un restaurante, una venta fantasma que quizá conoció días de esplendor antes de que construyeran la autovía; de vez en cuando, un maizal de regadío. Respecto de viajes anteriores por la misma zona, reparé en la profusión de molinos eólicos que, al llegar a Lleida, en las comarcas de El Segrià y La Segarra, se trasmutaban en placas fotovoltaicas. El peaje inevitable por la transición hacia las energías limpias.
Conflicto narrativo
Resulta significativo que, en dos de las mejores películas del año, la chispa que prende la llama argumental sea precisamente la irrupción de las renovables en el paisaje, vaciándolo de significado: en ‘Alcarràs’, de Carla Simón, una familia de payeses, los Solé, pelean para evitar que la instalación de un macroparque de energía solar les arrebate las tierras donde han cultivado sus melocotoneros durante más de 80 años. Por el contrario, en ‘As bestas’, de Rodrigo Sorogoyen, que acaba de conseguir el Premio Forqué al mejor largometraje, los hermanos Anta ansían vender sus cuatro palmos de tierra a las eólicas, un empeño que los enfrenta a una pareja de franceses que acaban de instalarse en la remota aldea gallega con la idea de construirse una nueva vida en contacto con la naturaleza. «Qué, ¿estáis jugando a las granjas?», espeta el hermano mayor, Xan, a los forasteros (lo interpreta el actor Luis Zahera, y está que se sale).
Los desposeídos
Desde luego, ambas películas presentan muchas más capas de lectura que la mera discusión sobre las energías renovables, un debate que no es tal, puesto que urge la sustitución de los combustibles fósiles. Pero convendría analizar el trasfondo. ¿Perjudican los nuevos proyectos a las explotaciones agrícolas y ganaderas? ¿Se están aplicando las directiva europeas? ¿Está siendo justa la transición? ¿O vamos de nuevo con las prisas, al buen tuntún? Como la instalación de parques energéticos resulta más barata en las zonas rurales que en las urbanas —son menos los propietarios de las tierras y las negociaciones, por tanto, también se agilizan—, genera cierto recelo que la aceleración del proceso pueda redundar en la despoblación. ¿Tendremos pueblos con aerogeneradores pero sin colegios? En una escena de ‘As bestas’, Xan Anta, el violento hermano mayor, suelta: «Estamos hasta los cojones de ser unos desgraciados».
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