Artículo de Álex Sàlmon

Herederos de Anacleto

No hay duda de que los servicios de información españoles son buenos en situaciones fuera del país. Pero algo pasa cuando el trabajo que debería ser útil se convierte en chapucero

Oficinas del grupo NSO, la compañía creadora del software de espionaje Pegasus, en el valle de Aravá, en el sur de Israel.

Oficinas del grupo NSO, la compañía creadora del software de espionaje Pegasus, en el valle de Aravá, en el sur de Israel. / MENAHEM KAHANA

Álex Sàlmon

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El espionaje en España parece dirigido desde hace muchísimos años por los herederos de Anacleto, agente secreto. Porque una cosa es espiar el estilo 'Pequeño Nicolás', un adolescente metido a ser mayor por su verbo vacío, y la otra es hacerlo supuestamente de verdad y con resultados inútiles.

Ahora que Pegasus, el programa espía, vuelve a los titulares gracias al informe preliminar sobre la investigación del Parlamento Europeo, bueno sería hacer una reflexión profunda sobre el espionaje español. Y más en una semana donde también reaparece un apellido que entronca con los peores momentos de esa práctica. El momento en que un grupo de 'paraministros' decidieron golpear a ETA con un secuestro de Estado y se equivocaron de individuo.

Este lamentable episodio, ahora recordado por aquel que debería callar o pedir perdón, José Barrionuevo, entronca con el control del espionaje legal -existe y es necesario si está avalado por la justicia- que utilizó el Gobierno Rajoy para conocer los movimientos de aquel independentismo que se dedicó a golpear a la legalidad, aunque fuera con besos envenenados.

El ’procés’ le ganó la jugada al CNI el día en que fueron presentadas las urnas en loor de multitudes de periodistas llegados de todo el mundo para seguir una información que resultaba aparentemente llamativa. Si efectivamente España ya había adquirido este software ¿cómo es posible que la información sobre las urnas fuera cero

No hay duda de que los servicios de información españoles son buenos en situaciones fuera del país. No hay duda de que la lucha contra ETA fortaleció la forma de actuar ante los que estaban fuera de la ley. Pero algo pasa cuando el trabajo que debería ser útil se convierte en chapucero. 

Las dos situaciones tienen una conclusión ineficaz. Y más cuando una de las informaciones revela que fueron investigados también abogados, a través de Pegasus. Nuestro Estado de derecho no se merece un golpe bajo de esta envergadura. Que después llegan los de siempre y fustigan. Y claro, con alguna razón.  

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