El 'espíritu Tarradellas' como solución al 'procés'
Había otra forma de construir Catalunya, pero se impuso la de Jordi Pujol y su proyecto excluyente; se impusieron quienes ningunearon a Josep Tarradellas
Álex Ramos
Médico y vicepresidente de Societat Civil Catalana (SCC).
Si valoramos a un representante político por la capacidad de aunar voluntades, de resolver problemas colectivos, de superar dolencias históricas y de cohesionar a la ciudadanía en torno a su liderazgo, no hay duda de que Josep Tarradellas ha sido el presidente más trascendental desde el restablecimiento de la Generalitat.
Tras un largo exilio durante la dictadura franquista, Tarradellas volvió a Barcelona en 1977 dejando para la historia su célebre “Ciutadans de Catalunya, ja soc aquí”. Fue un gran hombre de Estado que amaba a Catalunya y a España, tal como se reflejó en su acción política hasta el final de su mandato, en mayo de 1980. Consideró cumplida su misión al reinstaurar la Generalitat, conciliando e integrando esta institución en la nueva España democrática.
Tarradellas fue entrevistado en 1980 por Julio Merino, director del 'Diario de Barcelona', a quien, tras confesar “el horror de la guerra civil”, reveló que, 40 años después, se encontró en Catalunya con unos “jóvenes ambiciosos” (Jordi Pujol, entre ellos) y algunos “viejos resentidos” (como Heribert Barrera) que “querían volver a lo de entonces”. Sobre el caso Banca Catalana, su predicción fue tan acertada como demoledora: “Conociendo al personaje (Pujol) pactará hasta con el diablo para ser 'president' y se escudará en el cargo; se envolverá en la bandera y culpará a Madrid, haciéndose la víctima de que España nos roba y nos pisotea la lengua”. ¿Les suena?
En abril de 1981, Tarradellas escribió que, desde el primer día, el Gobierno de Pujol se esforzó en romper con una etapa esplendorosa de la relación de Catalunya con el resto de España, que tanto había costado reconstruir. Preconizaba que el período del 'president' Pujol iba a conducir a la ruptura del pueblo catalán, recordaba con amargura lo ocurrido en octubre de 1934, cuando se enfrentó a Lluís Companys por la proclamación del Estat Català, y advertía que en 1981 se estaba alentando, de forma muy irresponsable, una nueva confrontación con España. “Es urgente -alertaba- que se recupere la unidad que rompió el señor Pujol y nos olvidemos de lo que nos separa; Catalunya es demasiado pequeña para que desprecie a ninguno de sus hijos y lo bastante grande para que quepamos todos”.
Es fácil imaginar, transcurridas cuatro décadas de aquellas profecías, que si los inquilinos del Palau de la Generalitat se hubieran contagiado del 'espíritu de Josep Tarradellas' en lugar de alimentar el nefasto legado político de Jordi Pujol y de sus discípulos, hoy no tendríamos el grave problema que tenemos en Catalunya. Un legado, dicho sea de paso, que quedó perfectamente reflejado en el “Programa 2000” o “Estrategia de recatalanización”, publicado en EL PERIÓDICO en 1980.
Si Tarradellas levantara la cabeza se daría de bruces contra un engendro, contra un proyecto nacional-populista cocido a fuego lento que nos ha traído la fractura social y la decadencia económica. Jordi Pujol concibió, amamantó y dio las primeras papillas a este engendro político que nos ha separado. Uno de sus discípulos, Artur Mas, lo engordó y catapultó el 'procés'. Carles Puigdemont dio un empujón radical al proyecto convocando un referéndum unilateral e ilegal y declarando la independencia durante nueve segundos, antes de darse a la fuga. Quim Torra recordaba que había que “apretar” y durante su mandato padecimos unos actos de gran violencia en las calles de Barcelona, fruto de la frustración por el fracaso y la impotencia. Hoy, los restos del independentismo se apuñalan por la espalda y el 'president' Pere Aragonès aspira a hegemonizar el poder desplazando al sector convergente, en horas bajas.
Había otra forma de construir Catalunya, pero se impuso la de Jordi Pujol y su proyecto excluyente; se impusieron quienes ningunearon a Josep Tarradellas, a quien pretendieron tirar a la papelera de la Historia.
Ahora ha llegado el momento de olvidar este desgraciado periodo histórico y de volver a empezar desde la convivencia y la concordia. Debemos trabajar unidos y con energía positiva para impulsar proyectos compartidos, que realmente interesan a la ciudadanía. Y, por supuesto, debemos hacerlo con respeto absoluto al Estado de derecho, que garantiza las libertades de todos. Debemos hacerlo, en definitiva, con el 'espíritu Tarradellas'.
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