Artículo de Fernando G. Benavides

Qatar 2022 | Fútbol, mentiras y salud global

La FIFA tiene la principal responsabilidad sobre el precio en trabajadores muertos y heridos que se ha cobrado la organización del Mundial

Leonard Beard

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Fernando G. Benavides

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Ahora que ya parece que estamos en la normalidad esperada –las mascarillas van desapareciendo, incluso en aquellos lugares de obligado uso aún–, vemos que no es tan nueva como nos prometíamos. Esta normalidad que estamos viviendo es una vieja conocida. Como mucho, lo único realmente nuevo son los efectos del cambio climático. En este verano que parece no acabarse nunca.

Una de estas rutinas globales a las que volvemos, y que compartirán millones de aficionados, es la Copa del Mundo de fútbol, que este año, como casi todo el mundo sabe, será en Qatar entre el 20 de noviembre y el 19 de diciembre. Todo está preparado, según parece. Pero a un precio que no parece razonable, incluso para los más apasionados de este espectáculo. Lo más importante de las cosas no importantes, tal como ya se ha dicho hasta el infinito.

Efectivamente, resulta difícil sentarse delante del televisor para ver un espectáculo en un lugar donde no se respetan los derechos humanos básicos, desde los de las mujeres hasta los de los trabajadores. Dos colectivos que, una vez más, están en el lugar equivocado de la historia. A lo que se suma ser inmigrante. Lo peor sería ser mujer, inmigrante y trabajadora (manual). Aunque de momento parece que esta 'maldición' no es posible en Qatar, dado que el miedo secular de los patriarcas de Qatar y de todo el mundo a las mujeres se multiplicaría por mucho si además de mujer fuera extranjera y trabajadora (manual).

Poniendo el foco en los derechos de los trabajadores inmigrantes, que han llegado por millares para construir los estadios donde se jugará la Copa del Mundo, recomiendo ver el documental de 11 minutos de Amnistía Internacional ‘Qatar: Word Cup 2022 Forced Labour’, para comprobar con imágenes las penosas y precarias condiciones en que viven y trabajan estas personas. Unas condiciones que se traducen en lesiones y enfermedades laborales, tal como puso de manifiesto un informe de 2021 de la Organización Internacional del Trabajo, titulado ‘Uno es demasiado’. En dicho informe, la OIT realiza un análisis pormenorizado de las muertes y lesiones relacionadas con el trabajo en Qatar, mostrando que al menos 50 trabajadores perdieron la vida en 2020 y algo más de 500 resultaron gravemente heridos. La mayoría de ellos procedentes de Bangladés, India y Nepal.

El diario británico ‘The Guardian’, en una investigación propia, estima en 6.500 los fallecidos desde diciembre de 2010 –cuando Qatar fue designado para organizar el Mundial– hasta 2020, en la construcción de siete estadios, un aeropuerto, carreteras y todo tipo de infraestructuras nuevas. De esta investigación, basada en información principalmente proporcionada por las embajadas de los países de origen de los trabajadores inmigrantes, se desprende que en estos 10 años se han producido dos muertos ¡cada día! Algunas de estas muertes estuvieron relacionadas con la exposición a las altas temperaturas que han tenido que soportar estas personas mientras trabajaban, especialmente en las olas de calor de los últimos años en la región.

Un precio sobre el que la FIFA tiene una especial responsabilidad como actor principal de la organización del Mundial. Una responsabilidad que le debió llevar a establecer mecanismos de supervisión de los acuerdos firmados con el Estado catarí para garantizar la seguridad y salud de los trabajadores. Unos acuerdos que no han pasado del papel. Pero también es una exigencia que no pueden pasar por alto las instituciones internacionales de salud pública, si quieren influir en la defensa de la salud global. De manera muy particular, la Organización Mundial de la Salud, que, igual que durante la pandemia, ha debido fiscalizar los acuerdos firmados por el Estado catarí para garantizar la salud y seguridad de los trabajadores, que como se ha comprobado no se han cumplido. Pero también las asociaciones de profesionales de salud pública, como la Asociación Europea de Salud Pública, que estos días se reúne en Berlín, deberían manifestarse al respecto. La salud global, como hemos aprendido en estos años, es responsabilidad de todos.

En resumen, un precio demasiado alto para la salud de los trabajadores, al que hay que añadir la falta de derechos de las mujeres catarís, como para sentarse tranquilamente y disfrutar del espectáculo que sin duda nos ofrecerán algunos de los mejores jugadores del mundo. Una pena, que al menos yo tendré, por no verlo, pues me sumo modestamente al boicot a la Copa del Mundo de Qatar. Alguna cosa hay que hacer para que la vuelta a la normalidad sea diferente, como nos prometimos.

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