Entender + la economía

Presupuestos 'fake'

Varias personas pasan junto a las tuberías descubiertas del gas que alimentan las viviendas en Dnipro, en el centro de Ucrania.

Varias personas pasan junto a las tuberías descubiertas del gas que alimentan las viviendas en Dnipro, en el centro de Ucrania. / RICARDO MIR DE FRANCIA

Joan Vila

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Estos días estoy haciendo el ensayo de cálculo de cómo evolucionará el PIB durante la transición energética hasta el 2050. Hace meses vi algo parecido en la web de Wood Mackenzie e incluso me referí a ello en un artículo en el que explicaba que 'No pain, no gain', que sin sufrir no hay ganancia. Pero ahora he querido repetir el ejercicio aplicado en la economía catalana.

El problema radica en que la transición no se puede hacer de forma voluntarista, esperando que la gente cambie sus inversiones y formas de hacer porque entiende que así debe ser. No, la transición se hace a medida que hay presión en la economía que fuerza a la adaptación. Si el uso de un coche de combustión no se encarece, es muy difícil introducir el coche eléctrico, si el precio del gas sigue bajo, es imposible que las familias vean que deben cambiar su calefacción por bomba de calor, o que las industrias busquen nuevos combustibles renovables, como el biogás o el uso de la biomasa.

Todo esto se sabía cuándo empezó el diseño de la transición. ¿Cómo se haría para encarecer el uso de combustibles fósiles? A través de la tasa de CO2. Si cada unidad kWh de gas emite 0,18 kg de CO2, si cada kWh de gasóleo emite 0,27 kg de CO2, si cada kWh de carbón emite 0,36 kg de CO2, era fácil ir subiendo la tasa de CO2 para presionar a la economía a realizar la transición. Pero la UE no fue valiente y solo aplicó este mecanismo a los seis sectores más intensivos de energía de la economía: siderurgia, química, papel, cerámica, vidrio y electricidad.

Al resto de la economía, al transporte y la calefacción o a otras industrias no les afectó directamente. Más grave aún, la cantidad de derechos de emisiones que puso la UE en el mercado fue demasiado elevada para hacer que el precio del mercado fuera alto, y así fue como el precio fue insignificante para la economía desde 2005 hasta 2018. A partir de entonces el precio pasó de 15 a 25€/t CO2 y desde aquí ha ido subiendo hasta llegar a 90€/t CO2. Este precio significa encarecer el gas en 15€/MWh y la electricidad generada con gas con 29€/MWh. Sin embargo, he aquí que el mercado se ha descontrolado por el camino, con una subida de precios de la energía que nadie había imaginado: si el precio del gas antes de la pandemia era de 20 €/MWh, ahora en agosto llegó a 313 €/MWh. La gran pregunta que todos los que estamos en el mundo de la energía nos hacemos es, ¿a qué precio se estabilizará el precio de la energía? Mi opinión es que el gas se situará entre 60 y 80 €/MWh, puesto que por debajo de estos precios las tecnologías alternativas no se podrán desarrollar. O entonces el precio del CO2 tendrá que llegar a 400 €/tCO2, que es lo mismo.

Y con esta hipótesis me he puesto a calcular el escenario de la economía en los próximos años. Lo primero que encuentro es que en 2019 el peso de la energía en el PIB de Catalunya fue del 4,1% y este 2022 será del 15,7%, lo que significa que los catalanes nos hemos empobrecido de repente un 12%, lo que reflejará la economía un día u otro, es decir, a partir de ahora mismo.

Si la economía debe adaptarse a nuevas formas de hacer por encarecimiento de la energía, significa que habrá menos vuelos internacionales (el 25% del turismo catalán), que los productos se encarecerán, haciendo que baje el consumo, que las hipotecas se encarecerán, frenando la construcción, que muchas empresas cerrarán, aumentando el paro; en fin, una desaceleración de la economía considerable. Esto nos lleva a decir que el crecimiento de la economía catalana en 2022 estará muy lejos del 4,9% previsto y bajará hacia el 3,5% para situarse en negativo en el año 2023. Ningún economista quiere verlo, pero si los precios de la energía no pueden bajar, porque la transición no lo permite, el PIB continuará en ritmos de crecimiento ligeramente negativos al menos hasta 2032 o 2035 cuando la adaptación de la economía al nuevo paradigma se haya realizado de forma importante. El peso de la energía no bajará del 9% sobre el PIB hasta que la economía haya realizado la mayor parte de los deberes en renovables, suponiendo que los haga. Porque, si no los hace, el bajón será más grave y no habrá recuperación posterior al 2030. Solo el factor inversión en energía de forma masiva puede reconducir la situación.

Ahora empiezan a salir voces de economistas, que se llaman expertos, diciendo que el próximo año entraremos en una estanflación: un período sin crecimiento y con inflación. ¡Aleluya! Han entendido el mecanismo de transición. Empiezan a asustarse viendo que la inflación baja pero la subyacente (la industrial) no, y empiezan a ver que ha aumentado el peso de la energía en toda la cadena, lo que obliga a subir todos los precios. El secretario general de UGT, Pepe Álvarez, que se marchó en agosto diciendo que no le vinieran con crisis, que él se había ganado las vacaciones, dice ahora que la industria es la culpable del aumento de los precios. Es mejor que vuelva a ir de vacaciones y no vuelva, porque nada ha entendido.

Síntomas para ver que empezamos un periodo nuevo hay muchos. El viernes pasado las acciones de Amazon cayeron fuertemente porque se percibió que las ventas de la empresa no volverían a ser como antes, que esto ya ha cambiado. Y, respecto a los intereses del capital, habrá que ver hasta qué nivel de inflación van a permitir los bancos centrales, si todavía se fijan el 2% como objetivo o consideran que con el nuevo paradigma pueden poner el umbral en el 4%.

Y no les digo nada de los que hoy están haciendo presupuestos públicos con la hipótesis de que la economía todavía crecerá como antes. Germà Bel esta semana los ha llamado 'Presupuestos Fake', hechos por políticos ridículos que esperan obtener aún 3.000 millones más para gasto nuevo, como un náufrago con el agua hasta el cuello que aún piensa ir a bailar al transatlántico que se ha hundido.

Todo esto es desesperante, pero no querría crear más pesimismo. Mi objetivo es mostrar que es necesario adaptar la economía, que hay que dejar de frenar la penetración masiva (no solo distribuida y pitimini) de la energía renovable. En fin, como ha dicho Josep Lagares en el pregón de Fires de Girona, no hace falta ser pesimista, pero sí activista. Este debe ser el mensaje.

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