Un debate muy desigual
El formato en el Senado era demasiado favorable a Sánchez para que no lo aprovechara
Albert Sáez
Director de EL PERIÓDICO
Soy periodista. Ahora en EL PERIÓDICO. También doy clases en la Facultat de Comunicació Blanquerna de la Universitat Ramon Llull.
Feijóo se salió con la suya y arrastró a Sánchez hasta el Senado para debatir cara a cara. Un paso más para convertirse en alternativa plausible. Primero, para los suyos. Y por añadidura, con los adversarios. ¿Qué ha hecho Feijóo para silenciar a Vox sin decir lo mismo que Vox? Ignorarlos. Aparentemente, lo de ayer fue un éxito del aspirante. Pero menos de lo que hubiera necesitado. El cuadrilátero era muy favorable a Sánchez, o a quien ocupara la presidencia del Gobierno. Quince minutos del aspirante contra el tiempo ilimitado del titular. La batería de zascas duró cincuenta minutos. Ni más ni menos. Un arsenal para que los palmeros de la Moncloa fabriquen titulares a diestra y siniestra. Más basados en la estrategia que en el tema del debate. Pero, en el fondo, muchos nervios.
Si Feijóo fuera tan insolvente como pretende demostrar el presidente no haría falta dedicarle tanto tiempo y tanto esfuerzo. Si las medidas de Sánchez fueran tan desacertadas, no haría falta reclamar su autoría. Lo paradójico del asunto es que el viernes, la política energética de la UE, y por lo tanto de España, cambiará por un pacto entre los socios de Sánchez y los socios de Feijóo en Bruselas. De manera que, estando de acuerdo en el fondo, hay que esmerarse en distinguirse en las formas. Y ahí es cuando uno y otro echan mano de la demagogia. Y en este punto, tuvo más tiempo Sánchez que Feijóo. Y lo utilizó. Flaco favor.
Es tanta la incertidumbre que no es fácil desmontar tanta exageración. Negando el racionamiento, acaban hablando de racionamiento. Alentando las restricciones, acaban hablando de restricciones. De nuevo el elefante de Lakoff en escena. Desde el Gobierno se exagera la situación para poner en valor la respuesta. Desde la oposición se compra ese marco mental para anticipar el desastre y convertirlo en antesala del cambio de ciclo. Ambos razonamientos producen perplejidad cuando no hilaridaden una población que demasiadas veces no sabe qué pensar. Espera alguna palabra orientadora entre tanto griterío. Este tipo de dialéctica entre Gobierno y oposición alienta los populismos. Lo vamos a ver en Italia. Lo hemos visto en algunas ciudades. Sánchez y Feijóo salieron convencidos de ganar pero igual su desencuentro les hacer perder a los dos.
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