Artículo de Carles Campuzano

El espacio de Convergència

La articulación del espacio que durante casi 30 años había construido CDC en coalición con Unió sigue sin resolverse.

Xavier Trias.

Xavier Trias. / Joan Cortadellas

Carles Campuzano

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Estos días de verano la coincidencia de diversas noticias ha reabierto el futuro del espacio de centro soberanista. Por un lado, tenemos la renuncia de Àngels Chacón como líder de Centrem. Por otro lado, la vergüenza ajena que buena parte del país vivió el pasado 17 de agosto, durante los actos de homenaje a las víctimas de los atentados del 17 de agosto, que señala las contradicciones que vive el mundo de Junts. Y en el horizonte más inmediato, al final de las vacaciones, la más que probable vuelta de Xavier Trias como candidato a la alcaldía de Barcelona por Junts. Todo ello nos apunta que el mapa partidista del postproceso todavía no está definido del todo y que la articulación del espacio que durante casi 30 años había construido Convergència Democràtica en coalición con Unió Democràtica sigue sin resolverse.

Vayamos por partes.

La renuncia de Àngels Chacón a liderar Centrem constata un hecho: o el espacio de centro es de raíz nacionalista catalana, vinculado a la tradición catalanista que ha explicado políticamente este país desde principios del siglo XX, de carácter no sucursalista, o no será. Este espacio puede aspirar a aglutinar independentistas o no independentistas, pero no puede aspirar a aglutinar en un mismo proyecto político a los convencidos de que Catalunya es una nación y que tiene el derecho a autogobernarse plenamente y otros que consideran que España es su nación y que su proyecto catalán es la muleta de un proyecto español.

De hecho, a finales del franquismo y durante los primeros años de la recuperada democracia, una parte del mundo catalanista se debatió en esta dicotomía. Por un lado, estaba las opciones que representaban la CDC de Pujol y Roca, la Esquerra Democràtica de Trias Fargas y Macià Alavedra, la Unió Democràtica de Coll i Alentorn y por otro, los intentos de construir un espacio de centro catalán con vínculos con los partidos estatales , fundamentalmente con la UCD. Carles Sentís y Anton Canyelles, optaron por construir esta opción de centro amplio, buscando una especie de CSU, la referencia bávara de la CDU alemana, a la catalana. Todos sabemos cómo terminó esta batalla por el espacio del centro a principios de los años 80, después del triunfo de Pujol en las primeras elecciones al Parlament de Catalunya y el hundimiento de la UCD.

El centro fue nacionalista y no sucursalista y gobernó Catalunya durante más de dos décadas, representando el grueso de las clases medias del país. Si hoy se aspira a reconstruir el centro, debe tenerse claro que la cuestión del poder político catalán y la identidad nacional siguen marcando y determinando las alternativas políticas del país. No estamos, ni mucho menos en Catalunya, en un momento posnacional.

Pero el centro soberanista para convertirse en alternativa creíble también necesitará tener mentalidad de gobierno y ambición de gobernar la Generalitat con mentalidad de Estado. O sea huir del verbalismo tan encendido como estéril y encontrar nuevas vías posibles y practicables para la defensa de la identidad nacional del país y de su voluntad de autogobernarse. Y claro, apostar por la seriedad de los planteamientos y propuestas, lejos de soluciones simplistas y efectistas, solo pensadas para quedar bien de cara a la galería. No se puede prometer lo que se sabe que no se puede alcanzar, cuando las condiciones objetivas no lo hacen posible y los límites democráticos, geopolíticos y sociólogicos son suficientemente claros, si no se quiere abocar a la gente a la frustración y el desencanto.

También habrá que defender unos determinados valores y un determinado modelo de sociedad. Y aquí el centro tiene mucho trabajo por hacer, sobre todo cuando el contexto global y nuestra realidad social y económica facilita la polarización ideológica. No es un reto exclusivamente catalán, cuando las opciones centristas en todas partes están sufriendo un evidente descenso.

El centro en Catalunya no era exactamente una opción equidistante entre la derecha y la izquierda, sino que adelantándose a muchos de los planteamientos de las Terceras Vías de Blair y Clinton, era una propuesta y una práctica política que iba más allá de la izquierda y derecha, construyendo un programa muy genuino de apertura hacia la iniciativa empresarial, de fortalecimiento de la sociedad civil, de apuesta por la cohesión social, de defensa del equilibrio territorial y de compromiso europeísta y modernizador.

Hoy en muchos sentidos los retos de fondo son similares pero en circunstancias radicalmente diferentes: cómo garantizamos la prosperidad y la competividad económicas a medio y largo plazo en tiempos de revoluciones tecnológicas disruptivas, sucesivas y simultáneas y de emergencia climática, cómo zurcimos un país fracturado desde la crisis de 2008, donde la promoción social está parada y la pobreza cronificada, cómo cohesionamos una sociedad fuertemente diversa, resultado de más de 20 años de migraciones, en torno a una identidad catalana compartida, cómo resolvemos la sostenibilidad de nuestro Estado del Bienestar en tiempos de envejecimiento y crisis demográfica y, finalmente, cómo participamos activamente en el nuevo proceso de fortalecimiento de la Unión Europea, que se deriva de las crisis de la covid y de la guerra de Putin contra Ucrania.

Seguramente la candidatura de Trias nos indicará si el centro soberanista comienza aspirar a recuperar o no su centralidad. Lo veremos este otoño.

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