Artículo de Jenn Díaz Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
Desconexión
Cómo hemos podido llegar hasta hoy ajenos a todo, ignorando la interdependencia que existe entre el planeta y nosotros

Bombers de la Generalitat en el incendio en el Pont de Vilomara /
Me pregunto cómo puede ser que hayamos llegado hasta aquí tan desconectados de nuestro entorno. Cómo hemos podido perder la mirada respetuosa y agradecida hacia la naturaleza, los animales que la habitan, nuestros iguales y todas las vidas que hay alrededor de nuestra existencia. Cómo hemos podido llegar hasta hoy ajenos a todo, ignorando la interdependencia que existe entre el planeta y nosotros. Cómo hemos podido perder —no recuerdo cuándo— la ternura hacia el entorno. Y como hemos podido perder, también, el miedo. Algunos, quizás, por desconocimiento de su huella real, de lo que quiere decir convivir con otras especies, sin cuidar y arrasando con todo. Otros, con total conocimiento, pero dispuestos a poner precio incluso al aire que respiramos.
Estas son mis últimas líneas antes del verano, un agosto de silencio necesario y diría que casi autoimpuesto. Las aprovecho para hacer este llamamiento lleno de tristeza: las temperaturas elevadas, los incendios, el suelo rogando nuestra atención. Un llamamiento a la conexión que nos pide el mundo, a la toma de conciencia y a entender que no podemos vivir haciendo ver que estamos solos. Que este planeta no nos pertenece, no es nuestro, no exclusivamente. No solo por las generaciones jóvenes, que ya levantan la voz y reivindican su futuro, también por todas las vidas con que cohabitamos ahora. Ahora, ya, aquí.
Entretodos
Durante los primeros meses de pandemia, cuando no quedó más remedio que pararlo todo, pudimos comprobar que a pesar de todo —las consecuencias devastadoras de vivir en un sistema pensado para el consumo feroz y el ritmo del capital—, los animales y la naturaleza agradecían nuestra pausa. Hemos tenido una oportunidad, la hemos tenido entre las manos, para poder pensar el mundo en que queremos vivir, el mundo en que merecemos vivir, el mundo que el mundo nos reclama. Pero la hemos echado a perder. Hay quien tiene angustia climática, por la frustración que genera no poder hacer nada mientras no se tomen decisiones más estructurales y que no solo paren sino que regeneren. Yo no la tengo, la angustia. Tengo una pena profunda al comprobar la desconexión, la mirada tan poco generosa que tenemos hacia la vida.
¿Ya eres suscriptor o usuario registrado? Inicia sesión
Este es un contenido especial para la comunidad de lectores de El Periódico.Para disfrutar de estos contenidos gratis debes navegar registrado.