GOLPE FRANCO
Juan Cruz

Juan Cruz

Periodista y escritor. Adjunto al presidente de Prensa Ibérica.

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Lewandowski, Dembélé… Ahora hay que ganar

Robert Lewandowski celebrando un gol

Robert Lewandowski celebrando un gol

No todo es cuestión de nombres propios, ni siquiera de amor propio, en el fútbol. Ganan los goles, y el Barça se ha lanzado a su rescate, pues desde que se fue Messi, y no tan solo, marcar es una utopía que cuando se cumple remite también a la ausencia del astro, que los celebraba como nadie, señalando al cielo donde él considera que su abuela celebra sus éxitos igual que los aplaudía en el campito. 

Ahora es posible una conjura para devolver al Barça el gol olvidado al menos desde que Lewandowski, por cierto, nos eliminó de la faz de la tierra un día triste del verano. Ahora viene el veneno a cauterizar la herida, como si se convirtiera de pronto en el salvador que aquella noche no tuvimos ni en la figura desolada de un Messi escondido en la esquina de la derrota. 

Perder ha sido desde aquel tiempo la esencia de las lágrimas barcelonistas. Muchos aficionados se han ido del escudo como si éste apestara a fin del mundo. Estoy en Málaga, entre escritores muy futbolísticos, entre ellos Malcolm Barral, Antonio Soler, Jordi Soler o José Antonio Garriga. El del medio, Soler, malagueño, se fue borrando porque el Barça jugaba mal, y ahora profesa su fe en el Atlético de Madrid, aunque no lo noté fanático. Barral es del Barça como este que escribe, sin redención posible, compramos cualquier ilusión, hasta la ilusión de que el abismo dure poco. Garriga, que nació en Barcelona y es un culé saludable, sigue el pie del cañón, pero exige goles. El único que me seguía en el entusiasmo intacto, igual que Malcolm, era Jordi, que nació en la selva de Verazcruz de exiliados catalanes, vive en Barcelona viendo cómo sus hijos son ya tan culés con él y tiene ya en Lewandowski la seguridad del gol. 

Goles, aquel artículo de lujo que floreció en tiempos en que la cosa empezaba en portería y acababa en la arrancada de Messi y gol, ahora ha de fabricarse de nuevo, con participación estelar del polaco que viene, con la asistencia veloz del francés que ya teníamos y con la fulgurante presencia de dos muchachos que un día serán los Kubala y Suárez de nuestros viejos tiempos de Les Corts. ¿Tendremos de nuevo una constelación de esa categoría, que recuerde para los más viejos los mejores tiempos y, para los más recientes, los tiempos insuperables de la época de Guardiola?

En fútbol la esperanza resucita siempre tras la derrota. Como en la canción atlética de Sabina, la derrota es solo otro punto de partida, y después de perder hay que volver a perder, hasta que el fin del mundo nos agarre bailando. El Barça no ha podido bajar más en autoestima, pero Xavi ha recolectado nombres propios, los ha puesto sobre el césped igual que los muchachos de mi época nos ilusionábamos con el esplendor que anunciaban los álbumes, y ahora toca esperar, el destino del hombre, según Neruda. 

Un poeta canario, José Luis Pernas, nos regaló un poema que he usado siempre que las cosas han ido cuesta abajo: “Comprendo entonces que hay que buscarse una esperanza para seguir viviendo”. Con respecto al Barça, me he pasado la vida esperando, sin rencor, sin desmayo, con convencimiento. De hecho, ahora que me doy cuenta, mientras escribo este artículo casi toda mi vestimenta es azulgrana, y eso que todavía no sé si se va o se queda Frankie de Jong, tan importante en nuestro reciente álbum de ilusiones. Guanyarem, pero aun no sabemos qué.

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