La campaña militar (39) | Análisis de Jesús A. Núñez Villaverde

Análisis de la campaña militar | El inusitado protagonismo de la artillería en Ucrania

Conviene volver a insistir en que, a pesar de tantos adelantos tecnológicos y tantos sistemas de armas cada vez más avanzados, el arma principal de combate sigue siendo la infantería

La artillería ucraniana dispara desde sus posiciones a un lugar no revelado en el área de Kharkiv

La artillería ucraniana dispara desde sus posiciones a un lugar no revelado en el área de Kharkiv / EFE\EPA

Jesús A. Núñez Villaverde

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Al igual que ocurre en el fútbol con los equipos, y sin ánimo de frivolizar, las guerras las ganan o las pierden las fuerzas armadas. Por supuesto, puede haber un jugador o un arma determinada que gane un partido o una batalla, pero la victoria en la guerra solo se puede lograr si se logra una adecuada combinación de todos los recursos humanos y materiales puestos en juego. Viene esto a cuento porque en estas últimas jornadas de la guerra en Ucrania parecería que todo depende de si Kiev consigue contar con más y mejores piezas de artillería, como si bastara con contar con los mejores cañones, obuses, misiles o lanzacohetes para cambiar el rumbo de la guerra y rendir al enemigo.

Para empezar, conviene volver a insistir en que, a pesar de tantos adelantos tecnológicos y tantos sistemas de armas cada vez más avanzados, el arma principal de combate sigue siendo la infantería. Son muchos los ejemplos –con Vietnam como muestra de una larga serie– que enseñan cómo, a pesar de una abrumadora superioridad en aviación y artillería, la clave fundamental para alcanzar la victoria es contar con una infantería que pueda tomar y conservar el terreno que se quiere negar al adversario. Eso no quiere decir, por supuesto, que se baste a sí misma y que el resto de armas y servicios empleados sobren o sean apenas meros adornos.

Lo que significa, aplicado al contexto concreto de la guerra en Ucrania, es que, como siempre, la artillería sirve para ablandar objetivos, debilitando la moral del bando contrario y destruyendo sus medios de combate, así como para negar el paso a fuerzas enemigas por determinados ejes de avance. Y para ese relevante propósito es evidente que cuanto más precisos y de mayor alcance sean los medios empleados, mayor será su contribución al empeño general que se persiga. En el caso de Ucrania, lo que Kiev percibe es que, si quiere no solo frenar el avance ruso sino también castigar su retaguardia, sus bases logísticas y las vías de comunicaciones que le permiten alimentar el ataque, necesita más y mejor material artillero del que hasta ahora posee.

Es en ese punto en el que cobra importancia la posibilidad de disponer de sistemas de lanzacohetes múltiples (MLRS; Multiple Launch Rocket Systems), como los M270, y de los aún más avanzados HIMARS (High Mobility Artillery Rocket Systems), como el M142. Los primeros, desarrollados en los años 80 para contrarrestar la ventaja que entonces tenía la artillería soviética, van sobre cadenas y pueden lanzar andanadas de hasta 12 cohetes o misiles. Los segundos, desarrollados en los años 90, van sobre ruedas y pueden lanzar seis cohetes o misiles, pero son mucho más precisos y pueden ser recargados mucho más rápidamente. En ambos casos pueden lanzar una amplia diversidad de municiones, siendo las más codiciadas las de guiado de precisión, como los misiles ATACMS (Army Tactical Missile System), que tienen alcances de entre 70 y 300 kilómetros.

Tras muchos debates parece claro que algunos países, con EEUU y Reino Unido en cabeza, han aprobado el suministro a Kiev, sin que eso quiera decir que ya están siendo operados por artilleros ucranianos. Pero de inmediato surgen los problemas derivados del temor occidental a que sean empleados para atacar objetivos en territorio ruso, lo que podría provocar una inmediata y muy peligrosa represalia de Moscú. Lo que pretenden los suministradores es que Kiev se comprometa a limitar el alcance. ¿Es creíble la palabra de Ucrania si lo que está en juego es su propia existencia?

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