El Estado se espía a sí mismo
El espionaje también puede tomarse en serio, pero entonces las carcajadas resuenan todavía más estrepitosas
Matías Vallés
Periodista
Matías Vallés
Interior y Defensa vale, pero qué tipo de degenerado intenta infectar el teléfono de un ministro de Agricultura. Salvo que se trate de una espía que desea auxiliar a su pareja con la cesta de la compra, con un conocimiento privilegiado de antemano de los precios de las coliflores más prometedoras. El espionaje del Estado a sí mismo también puede tomarse en serio, pero entonces las carcajadas resuenan todavía más estrepitosas. Los argumentos aportados por ministras y jefas del espionaje se basaban en que los objetivos de los 'mortadelos y filemones' eran tan ultrasecretos que ni siquiera podrían susurrarse a un externo, sin quedar convertido en una estatua de sal. En tal caso, ¿por qué se ha conocido con todo detalle y sin errores aparentes el listado de independentistas vigilados? El CNI no da ni para cinismos, ha incumplido por partida doble su misión, en la selección de objetivos y en la salvaguarda de las identidades agredidas.
Margarita Robles no tiene defensa. Para redondear la humillación, la evidencia sobre el espionaje y sus víctimas ha venido del extranjero. Como buena ministra lindante con Vox, la magistrada se roció de ardor patriótico xenófobo, cuando sin la aportación exterior nunca se hubiera sabido que ella misma y todo un presidente del Gobierno estaban siendo espiados. Para qué sirvió enfocar a Pegasus sobre el propio Estado, del que formaba parte Catalunya en el último recuento, es una pregunta retórica. Para nada, aunque lo más peligroso del espionaje no son las revelaciones anexas, sino el material hurtado a la luz para reciclarlo como chantaje. Pregúnteselo cada vez que un candidato idóneo para presidir un partido renuncia a su candidatura, ante la sorpresa general.
ERC no podía apoyar las medidas anticrisis del Gobierno, y la limpieza se ha quedado a medias. La derecha, espoleada por las encuestas, olvida que Sánchez es una víctima, a los conservadores se les adivina algún resentimiento por no haber sido considerados de la importancia suficiente para intervenirlos. Cuando el Estado se espía a sí mismo, una parte considerable de su estructura se ha levantado contra el propio Estado. No hay ningún motivo para afirmar que directoras y ministras hayan participado de esta maniobra. Ni tampoco para excluirlo.
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