Referentes femeninos

Maestras

Tantos profesoras en las que reflejarse y buscar, muchas veces inútilmente, la mejor versión de una misma

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Natàlia Cerezo

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Estos días pienso en mis maestras. En los poemas de Emily Dickinson, bellos y verdaderos y transparentes. En las Brontë, riendo mientras las tres (y su hermano) crean un mundo de cero en el comedor frío de Haworth y rellenan páginas y páginas con una letra pequeña como el rastro de un ciempiés. En Sylvia Plathy en sus poesías, tan crudas que son como comerse el corazón de un animal sagrado. En las mantis de Annie Dillard, guardianas de textos tan cercanos y lejanos como mirar una gota de agua en el microscopio. En Virginia Woolf, que escribía de pie, porque escribir no tiene que ser una tarea fácil. En la falsa delicadeza de Mercè Rodoreda, que esconde salamandras entre las flores. En los treinta y dos cuentos crueles, pero tan extrañamente emocionales, de Flannery O'Connor (y de Víctor Català, que podría ser prima suya). 

Y otras maestras más cercanas, al menos físicamente, pero igualmente rodeadas de historias. Mi madre, que habría querido ser veterinaria y que acabó trabajando en una fábrica de sujetadores. La amiga con quien tantas veces hemos recorrido, de noche y cogidas del brazo, la zona industrial a las afueras del pueblo que teníamos que atravesar para poder volver a casa. La bisabuela, que aprendió a leer y a hablar castellano sola. La amiga que me dijo que éramos hermanas después de toda una tarde leyendo un manuscrito que era como un templo en construcción. Mi suegra, que mientras pela caquis explica cómo llegó de adolescente con una maleta de cartón en una mano y la de su hermano en la otra. Y, sobre todo, la abuela, que murió hace un año y un mes, y que vivió su historia sin apenas darse cuenta de que era un mar de aguas cálidas con un rumor dulce y constante que albergaba tanta vida, y que siempre me cogía la mano cuando iba a verla y que un día, casi como si fuera un secreto, me preguntó si éramos amigas. Tantas maestras en las que reflejarse y buscar, muchas veces inútilmente, la mejor versión de una misma. 

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