Violencia machista

Agresiones sexuales: no salen las cuentas

Se me ponen los pelos de punta cuando pienso cómo hemos normalizado tener que estar con el alerta activada ante la violencia contra nuestros cuerpos y nuestras vidas

Manifestación para clamar contra las agresiones sexuales y machistas.

Manifestación para clamar contra las agresiones sexuales y machistas. / EFE

Irene Jaume

Irene Jaume

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Es que me exaspera mucho. Cuando pienso, cuando leo alguna noticia o algún libro sobre el tema, cuando lo escucho o lo veo en alguna película, serie o documental. Me exaspera porque yo intento con mucha fuerza no caer en el derrotismo ni en la desesperación, pero acabo cayendo en una especie de pozo que muy bien podría estar forrado con unos carteles que estos días he visto que compartían muchas amigas en las redes sociales. Los carteles en cuestión, puestos en este orden, dicen: "Todas tenemos una amiga que sufrió abusos"; "Pero nadie tiene un amigo abusador"; "No salen las cuentas".

Tenía 17 años, uno menos que la ley orgánica de medidas de protección integral contra la violencia de género, aprobada en 2004. Y ahora está muerta porque la ha asesinado un chico de 19, un chico que se supone que ha crecido en un Estado con campañas de sensibilización, mensajes concienciadores y un nuevo siglo recién empezado. Un chico que ha sumado la víctima (oficial) 1.129 a una lista que solo contabiliza muertos desde un año después de que él naciera.

Las de mi generación crecimos con las reminiscencias del caso de Alcàsser: el miedo a ir a solas por la noche, a los hombres desconocidos que nos podían atrapar de cualquier manera, al terror en vena. Hoy pensaba que las niñas, chicas y mujeres de hoy, además, hemos descubierto que no siempre eran ni son desconocidos. Que, de hecho, conocemos a la mayoría. Que si nos tienen que violar (o matar), seguramente será alguien que conocemos e, incluso, con quien tenemos cierta confianza. Se me ponen los pelos de punta cuando pienso cómo hemos normalizado tener que estar con la alerta activada ante la violencia contra nuestros cuerpos y nuestras vidas. Hay días en que soy muy valiente, que puedo con todo, que incluso pienso que algún día saldremos adelante de este despropósito; pero hay días que no es que no sea valiente, es que soy una descreída y una desconfiada. Días como hoy en los que la esperanza se me escapa entre los dedos porque, efectivamente, no salen las cuentas. Y los hombres cisheterosexuales no sacan la calculadora para que no salgan las cuentas.

Suscríbete para seguir leyendo