Imaginemos un futuro sin pandemia
La experiencia vivida debe servir para reducir las desigualdades, no para incrementarlas
Fernando G. Benavides
Catedrático de Salud Pública de la UPF.
Después de casi dos años, la pandemia está tocando su final. Hace unos días, C. Murray, director del Institute for Health Metrics and Evaluation de la Universidad de Washington (Seattle, EEUU), resumía en la revista 'Lancet' la situación global, y tras repasar los indicadores más utilizados para la vigilancia epidemiológica -la incidencia a 7 y 14 días, el índice de transmisibilidad, la proporción de asintomáticos, los ingresos en hospital y en UCI, con y sin intubación, o la mortalidad, etc.- concluía que la época de medidas extraordinarias adoptadas por los gobiernos y la sociedad para controlar la transmisión del SARS-CoV-2 está llegando a su final y, de manera más concreta, nos decía que, en su opinión, el esfuerzo por seguir los contactos en las escuelas y otros lugares como las empresas es fútil. Esto es, carece de importancia por falta de fundamento, dada la intensidad y velocidad de la variante ómicron.
Así, pues, es la hora de empezar a pensar en el día de después. También para lo bueno conviene prepararse. Hay muchas cosas que hemos aprendido, que no pueden quedar en saco roto. Por ejemplo, es evidente y urgente disponer de una Agencia Española de Salud Pública, con independencia y capacidad suficiente, financiera e intelectual, para liderar las respuestas a las crisis futuras, entre ellas la climática. Pero ya vamos tarde, pues para preparar el futuro la necesitamos ahora en el presente, para gestionar la transición en la que ya estamos. De acuerdo con la propuesta de la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (SESPAS), esta agencia estatal tiene como misión principal coordinar de manera efectiva los recursos ya existentes, en las administraciones autonómicas y locales, y en las universidades. No se trata de inventar nada nuevo, sino de mejorar lo existente, haciéndolos más eficientes y conectándolas con las instituciones europeas y globales.
Una Agencia estatal cuya función principal es convertir los datos, fiables y en tiempo, que fluyen entre sus diferentes unidades, desde las de secuenciación y tipificación virológica a las de análisis de conductas de los ciudadanos y políticas sociales, en información útil para la toma de decisiones. Los datos por sí solo no son suficientes, necesitan inteligencia capaz de convertirlo en información con significado para actuar. Una inteligencia que ha de ser humana, no artificial, a la que se le ponga “la piel de gallina” cuando interpreta el sentido de los datos, como nos recuerda Byung-Chul Han.
La otra gran lección aprendida es la importancia de lo público. Las instituciones, con mayor o peor fortuna, han ayudado a que los individuos colaboremos entre nosotros. La compasión que sentimos por los demás ha encontrado su cauce. El papel jugado por el sistema sanitario publico, universal y de calidad, está fuera de duda. La profesionalidad, no el heroísmo, de sus trabajadores ha sido clave para hacer frente a la pandemia. Ahora es el momento rediseñar sus estructuras para que pueda disponer de los recursos necesarios para seguir cumpliendo su misión: atender a las personas de manera equitativa y eficiente. Pero también hay que poner en valor nuestro sistema de protección social, que ha ayudado a soportar la reducción de la actividad económica y social para mitigar la transmisibilidad en los peores momentos de la pandemia. Un sistema que ha incorporado nuevos recursos como la renta mínima o los ertes, cuya continuidad y perfeccionamiento deben ser objetivos prioritarios para esta transición en la que entramos, a fin de que todos salgamos más fuertes, más solidarios. La experiencia vivida debe servir para reducir las desigualdades, no para incrementarlas. De hecho, la mayor amenaza que se cierne sobre nosotros es la desigual distribución de las vacunas: un 77% de personas con una dosis en los países ricos frente al 10% en los países pobres. La vacunación global es un requisito 'sine qua non' para que alcancemos el final.
Es el momento de la evaluación rigurosa de todo lo hecho, y no hecho, en relación con la pandemia. Este es un paso ineludible, que debe ser acometido por expertos independientes. De su análisis y conclusiones depende que el esfuerzo realizado entre todos haya valido la pena. Aprender es lo más importante que nos queda después de toda experiencia, y esta ha sido enorme. Preparemos el futuro.
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