Opinión |
Ágora

Barcelona, ciudad pionera del cine

El estallido comercial del cine comportó que en la primera década del siglo XX las grandes productoras francesas como Gaumont y Pathé instalasen sucursales en la capital catalana

coliseum

coliseum / GRUP BALAÑÀ

Eugeni Osácar Marzal

Eugeni Osácar Marzal

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Barcelona ha estado vinculada al cine prácticamente desde sus orígenes a finales del siglo XIX. El diciembre de 1896, es decir, un año después de que los hermanos Lumière realizaran la primera sesión pública en el Salon Indien del Grand Café de París, la ciudad acogía las primeras proyecciones del “cinematógrafo Lumière”, el invento de los hermanos Auguste y Louis. Así pues, hace 125 años, en concreto el jueves 10 de diciembre se realizó la presentación oficial en el estudio fotográfico de Antonio y Emilio Fernández, conocidos como los hermanos Napoleón, situado en la Rambla Santa Mònica número 18, donde se encuentra actualmente el Centro Esportiu Municipal Colom. El acontecimiento, además, contó con la presencia de los hermanos Lumière, tal como confirmaba la edición nocturna del mismo día 10 del ‘Noticiero Universal’. Cuatro días después, el lunes 14, se abrió al público, en varias sesiones desde las cinco de la tarde hasta las 10 de la noche, con la proyección de seis películas estrenadas previamente en Lyon. Curiosamente, en estas primeras sesiones no se proyectaron ninguna de las películas rodadas en Barcelona por los operadores de los Lumière.

Precisamente, a principios de 1896, varios técnicos franceses de la casa Lumière, entre los que destacaba el cámara y proyector Alexandre Promio, viajaron a Barcelona y otras ciudades españolas para rodar películas, que sirvieran posteriormente para presentar y comercializar el nuevo invento. Uno de los primeros rodajes en todo el Estado se produjo en abril en Barcelona, con la realización de diversas películas, entre las cuales destacan una dedicada a las vistas del puerto de Barcelona, otra a unas regatas organizadas por el Real Club Marítimo y una tercera de una corrida de toros en la plaza de la Barceloneta, hoy desaparecida.

El éxito del cine en Barcelona fue inmediato, sobre todo porque no tenía demasiada competencia, puesto que se podía ver en grupo, a un precio muy económico y, por lo tanto, accesible para familias modestas. Además, ofrecía diversión y entretenimiento, fácil de entender. Durante el periodo de 1897 a 1900 el número de espacios que se dedicaban a proyectar películas creció de manera espectacular, sobre todo en la zona de La Rambla y del Paral•lel. Cafés-concierto y salones como el Edén, el Alcázar Español o el Novedades y teatros como el Principal, el Romea o el Arnau son ejemplos de la vitalidad del nuevo invento y de la buena acogida que tuvo, tanto entre las clases populares como la burguesía.

Paralelament, a finales del siglo XIX, el nuevo invento del cine empezó a interesar a la gente del país, y fue precisamente un catalán, Fructuós Gelabert, considerado el fundador de la cinematografía catalana y española, el primero que rodó una película de ficción en España. Este inventor, diseñador y cineasta, que también creó los primeros estudios de rodaje del país, estrenó en 1897 ‘Riña en un café’, rodada íntegramente en un patio anexo al casino de Sants, municipio anexionado en Barcelona aquel mismo año. Además, el año siguiente, su documental sobre la visita del rey Alfonso XIII en Barcelona fue comprado por la productora francesa Pathé, convirtiéndose en la primera película nacional vendida en el extranjero.

El estallido comercial del cine comportó que en la primera década del siglo XX las grandes productoras francesas como Gaumont y Pathé instalasen sucursales en Barcelona y, posteriormente, en los años 20, llegaran a la ciudad también las productoras norteamericanas Metro Goldwyn Corporation y Paramount Films, haciendo de Barcelona el centro de distribución de estas productoras en España. La ciudad respiraba cine, y la prueba más evidente, la tenemos en las 140 salas de exhibición que había en 1914, al mismo nivel que Berlín y solo por detrás de París y Nueva York.

El idilio del cine con la ciudad continuó con la aparición del cine sonoro a finales de los años veinte. Así, en1929, el cine Coliseum de Barcelona se convirtió en el primero del Estado a proyectar una película hablada, con ‘Inocents in Paris’ (La canción de París), un musical de la Paramount, protagonizado por el cantante y actor francés Maurice Chevalier. Un idilio que se ha mantenido durante estos 125 años, siendo hoy Barcelona uno de los grandes centros de producción audiovisual y un plató natural para numerosos largometrajes y series.

Suscríbete para seguir leyendo