La UE echa un pulso a China

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, este jueves durante la comparecencia sobre el G-20 y la COP26.

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, este jueves durante la comparecencia sobre el G-20 y la COP26. / JOHANNA GERON

Eliseo Oliveras

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La Unión Europea (UE) ha presentado esta semana su estrategia de inversión Global Gateway (Pasarela Mundial) con la que aspira a recuperar el peso geopolítico perdido y contrarrestar la creciente influencia política y económica de China en África, Asia, Latinoamérica y en la propia Europa. El proyecto pretende movilizar 300.000 millones de euros hasta 2027 en la construcción de infraestructuras y el desarrollo tecnológico a nivel global para competir con la nueva Ruta de la Seda china (Belt and Road Initiative).

El objetivo europeo es ofrecer una alternativa financiera “democrática” al modelo chino, que forje “lazos” en lugar de “dependencias”, con “condiciones justas”, que eviten las “crisis de endeudamiento” que han sufrido algunos países receptores de los créditos chinos, afirmó la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. La UE también quiere que el programa aporte contratos a las compañías europeas en infraestructuras, transportes, tecnologías digitales, energía y salud, así como asegurar el acceso a materias primas esenciales, reforzar sus cadenas de suministros y ampliar las exportaciones.

Un ejemplo de la pérdida de influencia de la UE en beneficio de China fue la ausencia de los ministros de Asuntos Exteriores de los países africanos, con excepción de Egipto, en el Foro Regional de la Unión por el Mediterráneo y de la reunión UE-Vecindad Sur del 29 de noviembre en Barcelona, porque prefirieron asistir al Foro de Cooperación China-África (FOCAC) en Dakar (Senegal).

El proyecto de la UE, subrayó Von der Leyen, se alinea con el plan Build Back Better World (Reconstruir un Mundo Mejor), del presidente norteamericano, Joe Biden, para que las democracias, en lugar de China, lideren la construcción masiva de infraestructuras en los países en desarrollo. Biden quiere convencer a la UE que restrinja la exportación de tecnología a China en su Cumbre por la Democracia del 9 y 10 de diciembre, aunque algunos invitados por EEUU tienen méritos muy dudosos y lo han sido por su posición geoestratégica, como Polonia, Angola, Irak y Filipinas, por ejemplo. La UE acudirá a esa cumbre sin posición común a causa del veto de Hungría, que no ha sido invitado por su deriva autoritaria.

Menos fondos que China

La ambición europea de contrarrestar la influencia de China tiene como primer obstáculo la cifra muy inferior de fondos que piensa movilizar en comparación con Pekín. Los 300.000 millones de la UE a nivel mundial son cuatro veces menos que los 1,15 millones de euros que habrá movilizado China en 2027 sin incluir Latinoamérica, según el banco norteamericano Morgan Stanley.

China cuenta además con la ventaja de los ocho años que lleva de adelanto desde que puso en marcha su nueva Ruta de la Seda. China ha construido en África 10.000 kilómetros de ferrocarril, 100.000 kilómetros de carretera, 100 puertos, más de 80 centrales eléctricas y más de 170 centro escolares, destacó el ministro de Asuntos Exteriores chino, Wang Yi, en el foro de Dakar. La anterior Comisión Europea ya puso en marcha en 2018 una iniciativa parecida -Connecting Europe and Asia-, pero la inversión realizada sólo asciende a 9.600 millones.

La distribución de las vacunas covid ha mostrado la debilidad de la UE frente a China. “¿Quién es el principal suministrador de vacunas en África y Latinoamérica? China”, señaló el responsable de la diplomacia de la UE, Josep Borrell, advirtiendo de la grave pérdida de influencia europea que implicaba. La UE ha prometido donar 300 millones de dosis a los países en desarrollo, pero solo han facilitado menos de un tercio. China ha distribuido más de 1.100 millones de dosis en un centenar de países, fabrica vacunas en 15 países y acaba de prometer 1.000 millones de dosis adicionales a África.

Otro problema del plan de la UE es el lento y complejo proceso para aprobar la financiación y las numerosas condiciones políticas exigidas al país receptor. El modelo chino, en contraste, se focaliza en desarrollar relaciones bilaterales, cooperar en todos los ámbitos posibles y dirigir directamente las obras, con exigencias mínimas. Las inversiones deben coincidir con los intereses económicos y políticos chinos y solo se pide al país beneficiario una actitud cordial hacia China, sin críticas a su política interna. Pakistán, gran receptor de fondos chinos, es un ejemplo: el Gobierno y los partidos organizan manifestaciones islamistas contra la libertad de expresión en la UE, pero callan e incluso niegan la represión de la comunidad musulmana uigur en China.

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