Inmersión lingüística

Proteger el catalán en la escuela: no basta con resistir

Hay que trabajar para actualizar el modelo, para adaptarlo a una realidad social y una escuela diferente a la de los años en que se empezó a implantar la inmersión

Manifestación de las escuelas catalanas en defensa del sistema de inmersión, el lunes en Barcelona.

Manifestación de las escuelas catalanas en defensa del sistema de inmersión, el lunes en Barcelona.

Elena Sintes

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Ya estamos de nuevo con la instrumentalización política y judicial de las lenguas y de la escuela catalana. Una batalla llena de injerencias irresponsables en la educación, donde incluso los tribunales se atreven a determinar arbitrariamente qué porcentaje de horas hace falta para aprender una u otra lengua.

Creer que el proceso de aprendizaje de las lenguas va de proporciones numéricas, exactas y homogeneizadoras, es aberrante desde un punto de vista pedagógico y de didáctica lingüística. Porque, desde la vertiente educativa, lo que al final tiene que interesar es que los alumnos acaben su escolarización con pleno dominio competencial del catalán y del castellano, como mínimo.

Los datos de que disponemos corroboran que, hasta ahora, el sistema educativo catalán ha logrado bastante bien este objetivo. Así, tanto las pruebas de competencias básicas de cuarto de ESO como los resultados de la selectividad demuestran que el alumnado catalán adquiere el mismo nivel de conocimiento de castellano y catalán. Es más, las pruebas de competencia realizadas desde el Ministerio de Educación al alumnado de primaria y secundaria muestran que el alumnado catalán tiene un dominio de la lengua castellana equiparable al de la media de España. Unos resultados demostrados año tras año, que ponen en entredicho cualquier acusación respecto el nivel de aprendizaje del castellano en Catalunya.

La sentencia del TSJC nos sitúa ante un falso debate, que pretende contraponer peligrosamente el castellano y el catalán. Hasta ahora, la vehicularidad del catalán en la escuela más que restar ha sumado. Primero, porque no ha perjudicado la capacidad para transmitir, enseñar y aprender castellano, pero sobre todo porque se ha convertido en un pilar clave para la cohesión social del país. A lo largo de los últimos años, varios estudios han demostrado las ventajas del conocimiento del catalán para el acceso al mercado de trabajo, la inserción laboral y la movilidad social. La presencia del catalán en la escuela es un garante de inclusión social y, para muchos niños y jóvenes, el único lugar que les ofrece la oportunidad de aprender y convivir con normalidad con el catalán, y sentirse parte de una misma sociedad.

Con los últimos datos en la mano no parece que sea el castellano el que esté en peligro en la escuela. Al contrario, el uso del catalán en las aulas está en retroceso. Ahora mismo, un 28% del alumnado no emplea nunca o casi nunca el catalán en la escuela. Dentro del aula, el uso del catalán también ha caído en picado: el porcentaje de los que hablan en catalán cuando hacen actividades en grupo en clase ha pasado de un 68% en 2006 a poco más del 21% actualmente. En 15 años, el catalán se ha convertido en minoritario, una debilidad que ya hace tiempo que se estaba intuyendo.

Más allá de sentencias y ataques, esta situación se debe en parte a la falta de políticas activas de liderazgo, protección, seguimiento y actualización del modelo por parte de la administración, en estos últimos años. Vanagloriándose de tener un modelo de escuela catalana avalado pedagógicamente y con un amplio apoyo y consenso social, las administraciones se han relajado y ahora se está pagando la falta de política lingüística de estos últimos años.

Esto nos tiene que hacer pensar que, de ahora en adelante, solo con resistencia y gesticulaciones no será suficiente para defender la vehicularidad del catalán. Hay que trabajar para actualizar el modelo, para adaptarlo a una realidad social y una escuela diferente a la de los años en que se empezó a implantar la inmersión. Esta mejora no va de porcentajes sino de pedagogía. Y más en un momento de transformación del sistema educativo, con un enfoque más competencial y con mayor uso de metodologías de interacción entre alumnado, donde precisamente el uso del catalán va a la baja.

La administración tiene que volver a tomar las riendas y actuar desde ahora mismo con políticas lingüísticas para garantizar el papel vehicular del catalán, reforzar el uso y potenciar su carácter inclusivo. Solo gobernando de nuevo el sistema se podrá revertir esta dinámica.

Desgraciadamente, la voluntad de minorizar la lengua y de amenazar a la escuela catalana seguirá, y hay que tomar nota. Pero, entre ataque y ataque, es responsabilidad de todos reforzar el papel del catalán en la escuela y que la próxima estocada nos encuentre en una situación menos frágil.

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