Tribuna

El compromiso ambiental del 'hub'

Las actuaciones de desarrollo del hub de Barcelona, propuestas con carácter preliminar, compensarían las zonas de especial protección de la Red Natura 2000 afectadas, en una relación de 1 a 10, y crearían un nuevo Espacio Natural del Delta del Llobregat

Idas y venidas en el aeropuerto barcelonés de El Prat el último día de julio

Idas y venidas en el aeropuerto barcelonés de El Prat el último día de julio / RICARD CUGAT

Raquel Sánchez

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La añorada Joana Raspall, poetisa del Baix Llobregat, se preguntó en uno de sus haikus "Cómo puedo resolver el guirigay de dudas sin traicionarme". He recordado a menudo la inquietud expresada por Raspall a la hora de valorar mi convicción de convertir el aeropuerto Josep Tarradellas Barcelona-El Prat en un hub intercontinental y su inserción en mi compromiso personal y político con la defensa de los valores de sostenibilidad, tanto medioambiental como económica y social. 

El marco regulatorio español, el denominado Documento de Regulación Aeroportuaria (DORA), es muy similar al de la mayoría de países avanzados: define cada cinco años los servicios aeroportuarios básicos en España, las inversiones que se realizarán en los aeródromos y la demanda estimada de pasajeros y aeronaves. Estos parámetros determinan el esquema de las tarifas que los aeropuertos cobran por sus servicios y, por consiguiente, salvo que la demanda real sea significativamente inferior a la prevista, la sostenibilidad económica de todos los proyectos de inversión está garantizada, incluido el desarrollo del hub de Barcelona

La sostenibilidad social del hub intercontinental, así como la sostenibilidad económica desde una perspectiva más amplia, la confirma de forma elocuente un reciente estudio de la Universitat de Barcelona, que prevé más de 83.000 empleos directos (actualmente son 38.000) y 365.00 empleos globales (hoy, 218.000), con una contribución al PIB de Catalunya del 8,9%, comparada con el 6,8% actual. Asimismo, los hubs ofrecen a la ciudadanía del territorio que alberga el aeropuerto la posibilidad de volar sin escalas a un gran número de destinos internacionales y, bien entrado el siglo XXI, son un factor fundamental de atracción de talento, inversiones tecnológicas y eventos internacionales. Madrid lo sabe bien y por esta razón apuesta sin vacilaciones por la ampliación de su aeropuerto y el refuerzo de su hub

El tercer eje de la sostenibilidad, el medioambiental, es el que más controversia y dudas genera en el proyecto del Aeropuerto Josep Tarradellas recientemente acordado con el Govern de la Generalitat de Catalunya. Como ex alcaldesa de Gavà, sé bien qué representa la grave responsabilidad de promover simultáneamente la prosperidad y la sostenibilidad medioambiental de un término municipal situado en el Delta del Llobregat. El Delta es un espacio antropizado desde hace siglos, en el que los espacios naturales conviven con la explotación agraria y los usos residenciales y de servicios. Es este mestizaje de valores medioambientales, actividad económica y espacio habitado el que explica la necesidad de modificar la Red Natura 2000 mediante el exigente procedimiento de la Directiva europea 'Hábitats', igual que en los últimos años lo han hecho no pocos proyectos de infraestructuras de los países de la Unión Europea, en particular Alemania. 

Las actuaciones de desarrollo del hub de Barcelona, propuestas con carácter preliminar, no solo mucho más que compensarían las zonas de especial protección de la Red Natura 2000 afectadas, en una relación de 1 a 10, sino que crearían un 'Nuevo Espacio Natural del Delta del Llobregat' con una superficie adicional protegida medioambientalmente del 25% en relación con la actual. Este 'Nuevo Espacio Natural del Delta' equivaldría al 20% de los Aiguamolls de l’Empordà. Además, al pasar la titularidad de esos terrenos a Aena, que pasarían a calificarse como Red Natura, se garantizaría que esos espacios naturales dejaran de estar en manos de propietarios individuales y constituirían un patrimonio natural abierto al público. En suma, si hacemos las cosas bien, la ampliación del aeropuerto conllevará más superficie protegida en el Delta del Llobregat y una protección más robusta, puesto que se facilitará una conexión entre espacios naturales hoy dificultosa. 

Por otra parte, desde la perspectiva de las emisiones de gases de efecto invernadero, el hub intercontinental debe ser compatible con su necesaria reducción. En primer lugar, conviene subrayar que el sector mundial de la aviación produce alrededor del 4% de las emisiones totales de CO2 producidas por el ser humano y un 12% de las de todos los medios de transporte, en comparación, por ejemplo, con el 74% del transporte por carretera. En segundo lugar, a pesar del apreciable crecimiento del tráfico aéreo en el mundo previsto por los expertos en las próximas décadas, las emisiones netas de carbono del sector en 2050 serán menos de la mitad de lo que eran en 2005, gracias a los biocombustibles y el hidrógeno. Y en tercer lugar, el aeropuerto Josep Tarradellas Barcelona-El Prat y el resto de los aeropuertos de Aena serán neutros en emisiones en 2026 y alcanzarán las 0 emisiones netas (Net Zero Carbon) en 2040, lo cual colocará el aeródromo barcelonés en la vanguardia del compromiso climático de su sector. 

Joana Raspall me regala también un haiku para cerrar este texto, que me permite definir mi compromiso ambiental. La poetisa de Sant Feliu describió, en solo tres versos, cómo intervenir en un espacio protegido: "La gota de agua puede transformar la roca acariciándola".