Cansancio

Las cantinelas que nos aburren

Insistir sin cesar en la independencia y la amnistía ante cualquier oferta molesta a la media España que comparte con Pedro Sánchez el deseo de una distensión

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, recibe en la Moncloa al 'president', Pere Aragonès, el pasado 29 de junio de 2021.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, recibe en la Moncloa al 'president', Pere Aragonès, el pasado 29 de junio de 2021. / DAVID CASTRO

Antonio Franco

Antonio Franco

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Un consejo de comunicador: hay que decir con claridad las cosas, repetirlas de vez en cuando si son importantes, pero no ser machacones excesivos y aburridos, no insistir con ocasión o sin ella con lo que la gente ya sabe. Lo subrayo a propósito de que en este país absolutamente todo el mundo sabe que Pere Aragonès y su Govern consideran su único objetivo de fondo la independencia de Catalunya para lo antes posible y plantea como reclamaciones inmediatas un referéndum popular y la amnistía para los delitos relacionados con el desarrollo del 'procés'. Está bien recordarlo en algunas ocasiones y determinadas mesas de diálogo. Pero rebaja el nivel dialéctico haberlo incorporado como latiguillo previo a cualquier declaración, comentario o reacción ante todos los ofrecimientos que se le están haciendo a Catalunya desde la Moncloa en relación a las cuestiones más diversas. 

Insisto en que es un consejo de comunicador porque evidentemente esa cantinela molesta a la media España que comparte con Pedro Sánchez el deseo de una distensión. Quienes respaldan la iniciada apertura de vías políticas para tratar dentro de la legalidad los problemas. Eso es más importante que el hecho de que además sulfure a la otra media, a la que el PP y Vox riegan con la misma machacona insistencia su anticatalanismo de fondo así como su activo anticatalanismo táctico para desgastar lo más diariamente posible al Gobierno de España. 

En este contexto, el 'president' Aragonès haría bien elevando su propio nivel discursivo dejando en las más ocasiones posibles esos latiguillos para sus colaboradores. Debe estimular la confianza de aquella mitad posibilista de España que puede querer aceptar su capacidad presidencial para avanzar en esta fase tan delicada. No debe olvidar que desde los ojos constitucionalistas templados se considera que hasta ahora el Govern pide pero de momento nunca da nada (ninguna alternativa concreta a sus reclamaciones máximas) salvo esa nueva actitud general positiva pero siempre tan disimulada con las cantinelas y reticencias explícitas. Personalmente soy partidario de que muchas de las cuestiones problemáticas complejas entre el Palau y la Moncloa se traten desde cierta bilateralidad, pero considero un error --y no menor-- la inasistencia de Aragonès a la conferencia de presidentes -aunque sea un mal formato, por cierto- precisamente cuando se trataba la cuestión del dinero europeo entre todas las administraciones españolas. Eso afecta a una etapa en la que no hay la menor duda de que Catalunya necesitaba hacer oír su voz y sus argumentos ante el resto del Estado. 

No quiero dejar de subrayar, por el contrario, que cuando hay tantos españoles que  consideran que Pedro Sánchez está acariciando un tigre hay palabras que sí son útiles. Empieza a tomar consistencia una distinción que podría abrir caminos puesta en valor por el vicepresidente Puigneró: la que hay entre la palabra autodeterminación y la palabra autogobierno, teniendo en cuenta que la segunda alude a algo que ya hay en Catalunya en dosis diferenciadas de las de otras comunidades autónomas. Eso, por ejemplo, ya no es una cantinela. 

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