Pros y contras

Poesía y pólvora

Hay escritores que creen que tienen la obligación de transmitir mensajes profundos a la sociedad y otros que escriben como si dispararan

Radovan Karadzic, ante el tribunal.

Radovan Karadzic, ante el tribunal.

Josep Maria Fonalleras

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Estoy a favor de lo que dice César Aira cuando habla de la implicación política del escritor. Siempre existe el deseo de que el arte o la literatura tengan un algo que sirva para cambiar la realidad, pero esto no lleva a ninguna parte. Para el argentino, "lo bueno de un escritor es que no tiene ningún papel: la literatura no cumple ningún papel real en la sociedad". Al otro lado del espectro, están los escritores que creen que, por el hecho de serlo, tienen la obligación de transmitir mensajes profundos a la sociedad, incluso simulando que no lo hacen o no quieren hacerlo. Y los escritores que escriben como si dispararan, como reconoció un escritor que, además, fue un asesino, Radovan Karadzic.

Antes de ser asesino (y durante sus asesinatos, también) fue poeta y habló de Sarajevo como "el pueblo que arde como un pedazo de incienso". A este tipo de personajes (y tenemos ejemplos cercanos), lo que les acaba gustando no es la literatura ("no creo que haya que escribir para cambiar nada", decía Aira), sino el perfume de la pólvora, por vía intravenosa, como el comandante y poeta Karadzic, o por la vía más discreta de acercarse a los cuarteles para olerla. 

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