Comunicado

En defensa propia

Protesta en el Institut del Teatre.

Protesta en el Institut del Teatre. / RICARD CUGAT

Joan Ollé

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Como consecuencia de una serie de publicaciones aparecidas recientemente contra mi persona, agradezco a El Periódico que me permita explicarme y defender mi inocencia.

Llevo casi 40 años trabajando como profesor en el Institut del Teatre, y ha sido muy doloroso para mí y para los míos leer las denuncias de alumnos y exalumnos hechas recientemente públicas por el diario 'Ara', a consecuencia de las cuales la ya dimitida dirección del IT decidió apartarme de la docencia e iniciar una investigación. Todavía me cuesta entender que mi caso particular haya puesto en cuestión una institución de gran prestigio a lo largo de sus 108 años de vida.

Manifesté desde un primer momento que era inocente de haber cometido cualquier delito y que lo demostraría. Lo reitero. Desde entonces he esperado un tiempo prudencial, hasta ser citado a declarar el 26 de marzo por la Comisión para la Prevención del Acoso Sexual en la sede de la Diputación. Si había callado hasta ahora es porque entendía que era ante este órgano donde debía hablar en primer lugar. Así lo hice el viernes pasado, respondiendo respetuosamente a todas las preguntas que se me hicieron, reiterando mi inocencia respecto a cualquier acusación de acoso sexual, así como manifestando que lo que se ha estado diciendo de mí estos días no es cierto.

Cualquiera que me conozca sabe que si algo amo, más allá de mi familia y los amigos, es el teatro, la enseñanza de las artes escénicas y, sí, los alumnos, muchos de los cuales mostraron su preferencia por tenerme como profesor, siendo año tras año evaluado por ellos con calificaciones de excelencia. Quiero dejar claro que sería totalmente incapaz de ensuciar intencionadamente cualquiera de estos ámbitos con mi conducta.

He tenido que dejar, humillado y sin ningún respeto por mi presunción de inocencia, no solo tres proyectos teatrales ya en marcha, sino también otras actividades profesionales, siendo objeto de un escrutinio público implacable y sin derecho a réplica, que ha hecho mucho daño tanto a mí como a las personas que quiero, y me ha dejado en una situación en la que me es actualmente imposible ganarme la vida.

La docencia del teatro ha sido una de las mejores experiencias de mi vida, y conocer a muchos exalumnos que ahora tengo como amigos y colaboradores en la escena profesional, también. Tengo la absoluta convicción de que nunca he cometido ningún comportamiento legalmente reprobable hacia ellos, pero me resulta ahora evidente que si mi manera de enseñar y de comunicarme ha podido hacer daño, de manera no intencionada, a alguien, pido perdón tanto a los que me han denunciado como a los que no lo han hecho.

He enseñado con entrega, intensidad, vehemencia y quizás exceso de rigor una materia tan delicada y mágica como es el privilegio de subir a un escenario para, desde allí, convocar al público al pensamiento y la emoción. He intentado comunicar el afán de superación personal y responsabilidad social de la mejor manera que he sabido, insistiendo en que solo a través de la técnica los futuros profesionales podrán ser libres y creativos, en la importancia de la precisión expresiva e invitándoles a ir al límite de sí mismos.

Nunca he faltado deliberadamente al respeto a ninguna persona ni he pretendido obtener ninguna ventaja de mi posición docente. He confraternizado con los alumnos fuera de las horas de clase: he usado con ellos un lenguaje distendido, coloquial, irónico, libre y provocador propio de un marco de familiaridad y confianza sin que nadie, hasta ahora, me haya hecho saber que se sintió molesto, ofendido o maltratado por mis actos o palabras. Al contrario; siempre he tenido la percepción de que mi manera de hacer era bien acogida y entendida. Otra cosa, muy distinta, es que a algunos no les gustara mi carácter ni compartieran mi sentido del humor. Pero esto no es ningún delito, ni ninguna agresión a nadie.

Nunca en casi 40 años de docencia en el Instituto, en el Col·legi de Teatre del que fui cofundador, en la universidad y en otras escuelas de arte dramático he mantenido ningún tipo de relación sentimental ni sexual con ninguna alumna ni alumno, en ningún caso ni bajo ninguna circunstancia. Nunca he usado mi posición académica para asediar a nadie ni para sacar provecho de otra manera.

Aunque mis alumnos han sido siempre mayores de edad y con capacidad de consentimiento, para mí esta ha sido una línea roja que nunca he pisado. Ni una sola persona podrá decir que he aprovechado esta circunstancia para, prevaliéndome de mi posición, conseguir ningún tipo de beneficio personal.

Nunca he agredido a nadie, ni hubiera tolerado ningún tipo de agresión en mis clases. Condeno cualquier tipo de abuso contra las mujeres, y, en particular, el abuso sexual, así como cualquier vejación o humillación a cualquier persona, sea cual sea su género, raza, ideología u orientación sexual. Sin matices.

En una publicación se me ha llegado a llamar "depredador sexual", y he encargado a mi abogado que estudie la interposición de acciones penales al respecto.

También, entre las muchas desproporciones, extrapolaciones, distorsiones, falsedades y acusaciones anónimas que he podido leer o escuchar, he entendido que, efectivamente, algunos de mis exalumnos pueden considerar que algunos aspectos de mi personalidad pedagógica no eran los más adecuados para su sensibilidad, y se sintieron heridos; estoy dispuesto a discutirlo, a valorarlo, a darles la razón si es necesario y volver a disculparme. Pero también pido que no se saquen las cosas de contexto ni las acusaciones se tergiversen o disfracen de algo que no son: tanto el abuso como el acoso son delitos, y yo no he cometido ninguno, ni he atentado a lo largo de 40 años contra la libertad y la dignidad de mis alumnos.

Por favor, dejadme defender y probar mi inocencia. No me condenéis antes de ser juzgado. Entended que, si alguien me ha atribuido falsamente comportamientos delictivos, me defenderé de manera clara y contundente. No pondré punto y final a este linchamiento sin dar todas las explicaciones que se me reclamen, pero tampoco sin denunciar a quien me haya difamado.