Turismo y covid
Elegir entre muertos o negocios
Estamos en un país tan cortoplacista que nos jugamos a los dados casi por nada la posibilidad de que todo mejore sustancialmente cuando llegue la oportunidad del verano
Antonio Franco
Periodista
Antonio Franco
Gastamos mucho dinero en mantener y proporcionar los instrumentos necesarios para su trabajo a miles y miles de personas de la esfera política y técnica. Una de sus primeras obligaciones es coordinarse para fijar reglas de juego claras y justas, es decir lo contrario de lo que se hace aquí desde los cuatro niveles de poder (local, autonómico, estatal y europeo) frente al coronavirus aunque sea un problema de vida o muerte. Por descoordinación tenemos el escándalo de lo que les consienten a turistas de países con alta difusión del covid: entrar en destinos españoles con índices más bajos de contagios que los de sus zonas de procedencia. Nuestras autoridades son cobardes. Hacen la vista gorda a su relajo en mascarillas, distancias interpersonales, horarios y grupos. Favorecen a los negociantes locales, que ya se lo pagarán de algún modo. Esos empresarios prefieren más conciudadanos muertos que menos ingresos propios. Somos el patio trasero de buena parte del resto de Europa. Lo confirman esos mismos turistas cuando reconocen que han venido porque España continúa siendo miserablemente diferente y les deja hacer lo que ahora está tajantemente prohibido por precaución en sus países. Cuando se vayan dejarán detrás una mierda especial: más enfermos, más colapso hospitalario y más peticiones de ayudas, a quienes no prefieren más muertos que menos negocios.
Algunos ponen más el acento en que los de aquí no puedan cometer libremente los pecados incívicos de los de fuera, pero eso me parece una incongruencia más. Lo peor es la ineficiente Unión Europea, el pasivo presidente Pedro Sánchez que no impone la necesaria autoridad democrática, y las autonomías y ayuntamientos que administran las competencias de salud y seguridad imitando a la descarada Ayuso en sus reverencias a los tenderos. No solo ponen en riesgo vidas sino que aplazan también la necesaria recuperación general futura. Estamos en un país tan cortoplacista que nos jugamos a los dados casi por nada la posibilidad de que todo mejore sustancialmente cuando llegue la oportunidad del verano. En negocios somos tan flojos como cuando hacemos política.
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