Propuesta fallida

Clubhouse: el radio patio virtual

La nueva red social es una ensalada virtual de llamadas grupales de Skype venidas a más, donde la gente se junta a parlotear durante horas

La 'app' Clubhouse, en una pantalla de un móvil

La 'app' Clubhouse, en una pantalla de un móvil / Reuters / Florence Lo

Mónica Vázquez

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Si te interesan las redes sociales, es posible que en los últimos meses hayas oído hablar de Clubhouse hasta el punto de sentir la necesidad de averiguar a qué viene tanto ruido. Esta nueva red social, creada hace un año en Estados Unidos, ya suma más de dos millones de usuarios, y tan solo está disponible (por ahora) para usuarios de iPhone. 

Clubhouse es, hablando mal y pronto, radio patio. Es un espacio abierto donde podemos mantener conversaciones con gente, ya la conozcamos o no, y en el que tenemos la opción de escuchar las conversaciones de otros. Es una ensalada virtual de llamadas grupales de Skype venidas a más, donde la gente se junta a parlotear durante horas. Algunas 'rooms' o 'habitaciones' nacen con una temática específica, y el claro propósito de captar la atención de aquellos que sienten interés por algo en concreto.

Otras, sin embargo, son cajones de sastre para interacciones vacías y aleatorias, donde la supuesta 'conexión' creada entre los usuarios es insustancial e insostenible por esa falta de fundamento que trae consigo el no tener una motivación específica para entrar en la llamada. Al no tener la 'habitación' una razón de ser y el usuario no tener muy claro por qué está en esa conversación, los usuarios terminan juntándose en grupillos invertebrados cuya cháchara no va a ningún lugar. 

Tras varias semanas usando Clubhouse, mi lectura sobre la situación es de todo menos sorprendente: mucho ruido y pocas nueces. La propuesta es interesante, y se podrían hacer cosas bonitas con la tecnología detrás de la aplicación, pero Clubhouse es ahora la fiesta del gurú autoproclamado, una ducha de egos saturados, y las 'rooms' son el batiburrillo sin calificar de prendas en oferta en el último puesto del mercadillo: sabemos que es barato, pero lo de bueno y bonito no lo tenemos tan claro. 

Algún día puede que Clubhouse deje de ser la insípida feria de las vanidades que es hoy, pero por ahora nos tocará esperar a que se nos pase el subidón de adrenalina que da pensar que el micrófono es tuyo y siempre habrá alguien, en algún lugar del mundo, lo suficientemente aburrido como para estar dispuesto a escuchar.