análisis

El Barça, Messi y un traje para el emperador

No tiene responsabilidad sobre los goles encajados pero son tantas las veces que ha acudido al rescate, que si no lo hace, para muchos pasa a ser el problema

Messi, en el partido ante el Cádiz.

Messi, en el partido ante el Cádiz. / AFP / JORGE GUERRERO

Sònia Gelmà

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Ya no les sirve. Ya no resuelve y condiciona el juego en exceso. Al banquillo, dicen. Porque de pronto piensan que este mismo Barça sin Messi se saldría de la tabla. Para ello se basan en dos victorias ante rivales de Europa League. Por lo visto, Messi ahora camina, lo han descubierto desde que el argentino ya no puede disimular las carencias del equipo. Que puesto que ya no marca las diferencias, ahora hay que exigirle que corra, la última moda. Que no lo queremos ver, dicen, pero que el emperador va desnudo. Y lo chillan, para que nos fijemos bien.

Pero si con este Messi no alcanza, ¿qué les hace pensar que sin él sí que lo hará? ¿Porque acaso cubre el primer palo en los córners? ¿O es él quien saca los fueras de banda? Tampoco es él quien decide, ante un equipo encerrado atrás, rodearse de dos jugadores que hacen lo mismo que él pero algo peor. Ni es él quien sienta a Dembélé para alivio del equipo rival. Ni siquiera ha sido decisión suya que la plantilla tenga tropecientos mediapuntas y solo tres centrales. Pero Messi sirve de coartada para todos.

No tiene responsabilidad sobre los goles encajados pero son tantas las veces que ha acudido al rescate de partidos como el de Cádiz, que si no lo hace, para muchos pasa a ser el problema. El Messi actual no es extraterrestre, por muchos factores que quizás ni él mismo sepa: quizás porque ha cumplido 33 años, quizás porque en su cabeza se está yendo y ve como los objetivos cada vez están más lejos. Pero sigue siendo el mejor de su equipo.

Y como era de esperar, es por eso por lo que el foco se sitúa en su figura. No le excusaremos, él mismo se puso ahí en verano, pero muchos barcelonistas se apuntaron la factura para poder pasarla cuando conviniera. Y parece que el momento ha llegado más pronto que tarde. Resulta muy difícil escoger el momento oportuno de marcharse, Messi lo supo ver, pero equivocó las formas y se encontró con un presidente que no quería pasar a la historia como el hombre que lo vendió. Lo condenó a una salida lenta y cruda.

Sin memoria

Lo echarán, mientras lo tratan como a un desconocido que pasaba por aquí. Y ya luego, en unos años, le pondrán la estatua. Y les explicarán, orgullosos, las batallitas a sus nietos. Pero obviarán ese momento en el que, teniendo al mejor jugador de su historia —un niño que había crecido en su casa—, no tuvieron piedad, ni memoria.

En verano será libre para irse, y el Barça será libre para reconstruirse. Se acabarán entonces las coartadas. Será el momento de comprobar ese Barça maravilloso en el que todos esos jugadores que ahora no rinden, porque Messi no les deja, son tan buenos como prometen. Quizás sí que es hora de asumir que el emperador va sin traje, pero vigilen, no se lleven una sorpresa, porque cabe la posibilidad de que el emperador no sea Messi, sino el Barça.