Política migratoria de la UE
¿Cambio de política? ¿en serio?
La UE sigue considerando la migración como una amenaza a la seguridad de las sociedades de acogida
Ruth Ferrero-Turrión
Profesora de Ciencia Política en la UCM e investigadora sénior en el Instituto Complutense de Estudios Internacionales (ICEI)
Ruth Ferrero-Turrión
La primera conclusión que se puede extraer de la presentación del documento 'Pacto Europeo de Migración y Asilo' es que no supone un gran cambio en la política que se venía aplicando hasta la fecha. La propuesta defendida por la comisaria de Interior, Ylva Johansson, y el vicepresidente, Margaritis Schinas, se sigue sosteniendo sobre una visión de la migración como amenaza a la seguridad de las sociedades de acogida. El documento presentado se articula sobre tres ejes bien definidos: la dimensión exterior para reforzar las relaciones con los países de origen y tránsito de las personas migrantes, el control férreo de las fronteras y, quizás lo más original, el refuerzo de la solidaridad entre los estados miembros a través de un mecanismo denominado “patrocinio del retorno”. Es decir, la externalización de la gestión migratoria con los países de origen y tránsito aplicando una condicionalidad negativa si no cumplen vinculada a la restricción de la política de visados y la reducción de la ayuda; la militarización de la frontera y, la cesión al discurso de aquellos que se niegan a cumplir con un derecho internacional que todos ellos han ratificado pero que no quieren aplicar, la Convención de Ginebra y el Estatuto del Refugiado.
Por si esto fuera poco, sorprende ver con que entereza se plantea que lo que se está proponiendo supone un cambio de paradigma migratorio cuando apenas hay un par de cuestiones técnicas que cambian y el resto de la política sigue igual o, incluso, peor. Se retoman las propuestas realizadas por Eslovaquia en el 2015 y se evita hablar de sanciones por dejar a los migrantes en el mar como ha venido haciendo Grecia durante los últimos meses.
Evitar el bloqueo
El documento presentado el día 23 de septiembre no puede ser considerado como una propuesta de política de migración y asilo. No es, ni mucho menos, una propuesta holística e integral para gobernar el fenómeno migratorio, es simplemente proponer un documento que evite el bloqueo. Las cuestiones relacionadas con la gestión de la migración económica o con los procesos de integración social se han dejado para más adelante, como si la movilidad humana se pudiera dividir en departamentos estancos. Así, la Comisión vuelve una y otra vez a propuestas anteriores sobre la identificación de los refugiados, la recepción de los solicitantes de asilo, el reasentamiento y el retorno, sin ofrecer soluciones a los bloqueos que ya se encontró en el pasado.
Esta propuesta tiene, a todas luces, un doble objetivo. De un lado, poner el énfasis en la expulsión y repatriación a toda costa y, por tanto, asegurando aún más la política de inmigración y asilo. De otro, contentar a los disidentes en el marco del Consejo Europeo. Hasta la fecha la Comisión había sido la institución que con más tesón había defendido una aproximación a una política migratoria garantista y cuando sus propuestas llegaban al Consejo Europeo eran recortadas. Ahora ya no queda nada que recortar. El alma de la Comisión se ha vendido al diablo y ha renunciado a defender los valores fundacionales de la UE.
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