Las relaciones interpersonales
Sonrisas con mascarilla
La paulatina transición a la 'nueva normalidad' debe ir acompañada de nuevas formas de expresar las emociones: hablaremos hasta por los codos
Rafael Jorba
Periodista. Secretario del Comité Editorial de EL PERIÓDICO.
Rafael Jorba
Todo ha cambiado con la pandemia del covid-19. También la publicidad. Solo un ejemplo: un anuncio a toda página en la prensa francesa de la SNCF -la compañía de ferrocarriles- recuerda a sus pasajeros que “150.000 agentes se movilizan cada día para asegurar su seguridad” y les pide en contrapartida: “No contengan sus sonrisas detrás de sus mascarillas”.
Sí, la paulatina transición a la ‘nueva normalidad’ debe ir acompañada de nuevas formas de expresar las emociones. El uso generalizado de las mascarillas es un instrumento para protegernos y para proteger a nuestros conciudadanos, pero no para acrecentar el sentimiento de miedo al otro. Permítanme tres apuntes: en el plano legal, filosófico y psicológico.
Desde el punto de vista legal, como recordaba un jurista en 'Le Monde', una de las ironías es que por razones de salud pública se recomienda ahora la ocultación del rostro, una práctica que en Francia había sido penalizada por razones bien distintas: la ley que prohíbe el velo integral para combatir la radicalización religiosa y la ley antidisturbios que penaliza la ocultación de la cara en las manifestaciones.
El impulso ético
En el plano filosófico, el rostro del otro -título de un ensayo que Xavier Antich dedicó a Emmanuel Lévinas- es el pilar de la experiencia de la alteridad, es decir, de la identidad ajena: desde el instante en que el otro me mira, soy responsable de él. El rostro del otro debe ser el fundamento de la ley y de la justicia. El impulso ético, en consecuencia, no es tanto el fruto del ‘yo’ como de la presencia del otro.
Y, en el plano psicológico, la generalización del uso de la mascarilla en el espacio público trastoca las relaciones interpersonales: las informaciones que transmite la mitad del rostro desaparecen. La cara, como dice el refrán, es el espejo del alma, hasta el punto de que en el lenguaje virtual a través de SMS y de wasaps hemos incorporado los emoticonos: “Representación de una expresión facial que se utiliza en mensajes electrónicos para aludir al estado de ánimo del remitente” (DRAE).
Acepto todas las recomendaciones, incluido el uso de la mascarilla, que ayuden a contener el coronavirus. Intento solo subrayar una idea: hemos de encontrar nuevas formas de lenguaje no verbal que ayuden a mantener la calidez de las relaciones interpersonales y a expresar las emociones. Empezando, como pide el anuncio de la SNCF, por sonreír detrás de las mascarillas. Sí, hablaremos hasta por los codos.
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