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¿Generación qué?

No sé hasta qué punto los gustos y actitudes supuestamente característicos inconfundibles de una determinada generación no son en realidad fruto del estímulo del propio mercado más que una expresión espontánea

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Najat El Hachmi

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En nada se va a empezar a hablar de 'generación covid-19' o 'generación coronavirus', los hijos de la pandemia, los niños que vivieron esta crisis. Me extraña que no se haya hecho ya. Nos dirán que son así o asá por haber vivido esta experiencia particular y todos asentiremos sea la que sea la arenga pseudopsicológica que nos vendan. Tragaremos con la definición general que incluirá por igual tanto a niños que se han pasado el confinamiento comiendo pizza durante dos meses en pisos minúsculos donde intentaban averiguar qué deberes tenían con la poca cobertura de un móvil obsoleto como a los niños que lo viven jugando en espaciosos jardines de segundas residencias aireadas mientras sus padres encargan online todo tipo de exquisiteces.

No sé quién se dedica a inventar y extender el uso de este tipo de expresiones, quién pone nombre a las distintas hornadas de seres humanos que habitan el mundo occidental. Porque esta es una práctica de este lado del planeta, en otras civilizaciones y culturas esta costumbre tan popular no se estila: eres niño y después hombre y el paso de una etapa a otra supone un tránsito limitado en el tiempo, no una institución como la que rige aquí, la adolescencia, que se alarga y se alarga y parece el pasaporte para tener la tontería encima durante años.

Generaciones de consumidores

Las épocas en las que nos toca vivir marcan, es cierto: no es lo mismo nacer en democracia que haberlo hecho en la dictadura o en la guerra. Pero las generaciones que nos han definido en las últimas décadas no tienen que ver con acontecimientos históricos. Nos las pintan por el tipo de actitudes vitales y los gustos. Sobre todo por los gustos musicales, televisivos, literarios y en el vestir. Es decir: son generaciones de consumidores porque se establecen en base a lo que compra una inmensa mayoría sin atender a particularidades.

Da igual que en la intimidad de tu habitación escucharas una y otra vez 'La cuatro y diez' de Aute hasta cargarte la cinta de casete o que te chutaras en vena las 'Cartas a un joven poeta', de Rilke. Si naciste entre mediados de los 60 y finales de los 70 te tocaba cantar a voz en grito 'Viólame, amigo mío' comiéndote el micro como Kurt Cobain y si por alguna extraña razón llevabas un libro encima, tenía que ser 'American psycho' o 'Historias del Kronen'. Si eran otros autores y otras músicas los que llenaban tus noches de insomnio, mejor no decírselo a nadie si no querías que te clasificaran como “rara”.

Por eso no sé hasta qué punto los gustos y actitudes supuestamente característicos inconfundibles de una determinada generación no son en realidad fruto del estímulo del propio mercado más que una expresión espontánea. ¿Pueden llegar a ser tan homogéneos los rasgos que definen toda la población de la misma edad a un lado y otro del Atlántico Norte? He pensado en todo esto leyendo la entrevista que Idoya Noain le hizo a Bret Easton Ellis para este diario. Por año de nacimiento me tocaba estar bajo la influencia de la Generación X pero en su momento no me sentí nada interpelada por el fenómeno. En el instituto recuerdo el entusiasmo que generaban las actitudes desganadas (valga el contrasentido), el pasotismo, la rebelión sin causa, el no creer en nada, que combinaba muy bien con los tejanos rotos y las camisas de franela con los puños colgando, el pelo pegado a la cara y una eterna expresión de asco. ¿Así teníamos que ser? Auténticos zombis como cantaba Dolores O’Riordan? A estas alturas sigo sin comprender toda esa cultura.

Por supuesto que había malestar: el de las drogas y el sida y el paro y la falta de expectativas pero esa realidad se encarnizaba especialmente con determinados estratos sociales (los que ahora se nutren de comida basura y son víctimas de una nueva epidemia: la obesidad por razones económicas). El vacío existencial en mi barrio se expresaba en los gritos por el mono de mis vecinos drogadictos y la tristeza desolada en el fondo de los ojos de sus madres. ¡Que les fueran con actitudes 'grunge', a esas madres, heroicas resistentes de los márgenes!

Y es que cuando eres realmente consciente de las condiciones adversas en las que te ha tocado vivir, determinadas por la procedencia de tus padres o tu código postal, lo que te sale no es una pose desganada. Y si te sale de una forma honesta como actitud contestataria no cambias de ropa en la temporada siguiente cuando todos nos convertimos en californianos del 90210.