Análisis
Un partido de fútbol en Barrio Sésamo
Jordi Puntí
Escritor. Autor de 'Confeti' y 'Todo Messi. Ejercicios de estilo'.
Jordi Puntí
Quizá porque llevaban el jersey a rayas, de pequeño siempre pensé que Epi y Blas —los héroes de 'Barrio Sésamo'— eran aficionados del Barça y del Espanyol, respectivamente. Epi, bonachón, ingenuo y aventurero, era ideal para ese Barça que cada año empezaba la liga con toda la ilusión y al que luego la realidad le ponía en su sitio. Blas, gruñón, con espíritu crítico y buen corazón, se parecía a algunos de los aficionados pericos de mi propio barrio. Uno y otro se me aparecieron tras el empate de este sábado en Cornellà, como si nos ilustraran sobre el sentido de las palabras 'alegre' y 'triste'. Epi: remontar con dos goles en la segunda parte, alegre. Blas: empatar a dos minutos del final, en casa, frente a tu afición, alegre. Epi de nuevo; dejarte empatar un partido que tenías ganado, triste.
La distinción entre el juego triste o alegre incluso podría servir para explicar la reacción del Barça y los dos goles que le pusieron por delante en el marcador. La entrada de Arturo Vidal, sustituyendo a Rakitic, trajo un juego vivaracho y desacomplejado a un centro del campo que había empezado a parecer anodino y sin ideas. El chileno, alias 'Roomba', alias 'Señor Lobo', alias 'Tres en Uno', se ha convertido en el nuevo Paulinho de Valverde: siempre que sale, marca y ayuda a desatascar los partidos. Los seis goles que ya lleva esta temporada le dan todo el crédito para ganarse la titularidad. El problema es que, al mismo tiempo, su éxito esconde a menudo las debilidades del juego azulgrana.
Lo mejor es comprender que las dudas empiezan en la sala de máquinas del centro del campo
Con la misma sencillez con que Epi y Blas nos ilustrarían sobre las diferencias entre viejo y nuevo, la vuelta al equipo titular de Rakitic en los últimos partidos ha supuesto un retorno a la dinámica del año pasado. Lo bueno, como vimos contra Atlético de Madrid y Mallorca, y en los primeros minutos frente al Espanyol, es la experiencia de saber masticar los partidos con paciencia y movilidad. Lo malo, como también vimos en las fases depresivas del derbi, es que esta circulación del balón se vuelve funcionarial, rutinaria, sin alternativas de desmarque que le den sentido. La mejor forma de comprobarlo es valorando la presencia (o no) en el juego de los laterales, Jordi Alba y Sergi Roberto. Así, Messi aparte, solo algunos detalles personales de De Jong, Suárez y, como decíamos, Vidal, son hoy alternativa al juego colectivo.
Podemos preocuparnos por la facilidad con que el Barça recibe goles en campo contrario, que le obliga a vivir siempre remontando, pero es mejor comprender que las dudas empiezan en la sala de máquinas del centro del campo. Con Aleñá exiliado en el Betis, el futuro inmediato se presenta con pocos cambios, como mínimo hasta que Arthur se recupere y sea una clara alternativa para recuperar profundidad de pase y dinamismo para el desmarque.
Como en un efecto dominó, las mejoras en el toque y control deberían también activar más a Griezmann, otra patata caliente para el 2020. Alguien en el cuerpo técnico debería buscar un vídeo en el que Epi y Blas describan las diferencias entre interior y extremo.
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