Historias para no dormir
Antón Losada
Profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Santiago de Compostela
Antón Losada
La derecha tiene una estrategia, aunque parezca lo contrario y el observador pueda convencerse de que estamos ante el autentico ejército de Pancho Villa del puro desorden que presenta. Cada semana una historia para no dormir. Populares, ultras y naranjas compiten ferozmente por aterrorizar al país con un guion rompedor como lo hacia el gran Chicho Ibáñez Serrador. Podría funcionar si no fuera por un pequeño detalle: les faltan el talento y la creatividad que tenía el maestro de la televisión española y sin ese 'toque Chicho' el producto no funciona. Lo único que les sobra es casquería y con eso únicamente alcanza para una película de sustos para adolescentes.
Como todas las sagas de fantasía y terror estiradas en el tiempo, la saga 'España se rompe' da muestras de fatiga. La derecha española se ha ido quedando sin tramas y agotado todos los trucos que aparecen en el libro del buen guionista. Hace tiempo que los nuevos episodios solo aportan repeticiones monótonas y previsibles del mismo argumento. Los independentistas van a venir cualquier noche a ejercer su derecho de pernada y luego llevarse a los primogénitos varones, como parte del pago por su apoyo al traidor que usurpa la Moncloa y ha vendido su alma a los poderes más ocultos y enemigos de España a cambio de hacerse con los servicios de una horda de comunistas, separatistas, feminazis, extranjeros y, en general, todo colectivo que no le parezca suficientemente viril a Pérez Reverte.
La audiencia se cansa de esperar No puedes pasarte cuatro años prometiéndoles el fin del mundo en Dolby Stereo sin que llegue. La gente le pierde el respeto al Armagedón y a sus profetas. Aunque este agotamiento de la franquicia no impedirá a una derecha sin ideas y sin liderazgo abusar de reboots. Da igual cuanto hagan Pedro Sánchez, los socialistas, Pablo Iglesias, los podemitas o Ada Colau. Siempre encontrarán algún tuit de Gabriel Rufián donde agarrarse, o una declaración del 'president' Torra a la cual convertir en terrible vaticinio de los horrores que pueblan la noche.
De momento, la izquierda española ha logrado esconderse tras solemnes llamadas a la discreción para evitar el riesgo de decir algo que descarrile la investidura. Pero antes o después habrá de decidir cómo gestiona esas historias para no dormir que la derecha parece dispuesta a producir en serie mientras dure la legislatura.
Puede optar por continuar cediéndole el control narrativo, que la derecha decida quién es fiel y leal a la Constitución y a España y quién no; pasarse la legislatura pidiéndole perdón y explicándonos a todos los demás que aquello, cariño, no es lo que parece. O puede empezar a construir ya una narrativa que sitúe de nuevo en el centro de la conversación pública conceptos tan básicos como que, en democracia, la legitimidad la confiere la mayoría, no una minoría iluminada; o que la negociación y el consenso constituyen valores democráticos básicos, no pecados y vergüenzas que debamos expiar.
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