IDEAS

Los escritores sin librerías

El escritor guineano Juan Tomás

El escritor guineano Juan Tomás / periodico

Lucía Litjamaer

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El título tiene algo elegíaco: 'Arde el monte de noche' , y por lo que parece, es una excelente novela. En su descripción en inglés se dice del autor que es digno heredero de Chinua Achebe. Sí, el libro ha sido traducido al inglés, 'By night the mountain burns', y al francés también, 'Dans la nuit la montagne brûle', algo aún excepcional en nuestros días. Pero no la puedo leer en castellano porque la obra de este reconocido autor está descatalogada. Tampoco puedo leer su 'Avión de ricos, ladrón de cerdos', ni 'Guinea Ecuatorial : vísceras', ni su libro sobre Melilla y el monte Gurugú, que ha sido traducido y publicado en inglés y francés, pero no en su lengua original.

La realidad es que a Juan Tomás Ávila Laurel, autor de todas estas obras, no se le lee prácticamente en España, no se le entrevista. Este fenómeno ha quedado retratado en 'El escritor de un país sin librerías', la película documental que dirige Marc Serena sobre la peculiar situación del intelectual guineano situado en un territorio de nadie: Guinea Ecuatorial se independizó de España hace 50 años y se ha convertido en uno de los países más aislados de África. El escritor más traducido del país, Juan Tomás Ávila Laurel en 2011 tuvo que refugiarse en España por denunciar la dictadura de Teodoro Obiang, la más longeva del mundo.

Huelga contra Obiang

Quizás algunos le recuerden como el disidente que emprendió una huelga de hambre ese mismo año, como dicen los periódicos, “para presionar a la delegación española -liderada por el presidente del Congreso, José Bono- que viajó a Malabo, a que abogara por la democracia ante Obiang”. No lo consiguió.

Juan Tomás Ávila Laurel escribe en español, lengua oficial en Guinea Ecuatorial, en ensayos y novelas. Escribe sobre exilios y bosques, sobre plagas y vientos, sobre futuros inciertos. Hay más como él. Están también Donato Ndongo-Bidyogo y Guillermina Mekuy, escritores con libros y pocas librerías. Haciéndonos recordar que escribir es siempre un mandato interno. Quizás también que la palabra es la última resistencia.