Dirigentes inmaduros y hostiles

Sociedades coléricas

En el País Vasco las instituciones sí gestionaron de forma eficiente en lugar de fomentar el conflicto

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zentauroepp50688614 opinion leonard beard191101174200 / LEONARD BEARD

Antón Costas

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“La lección del 'brexit' es la necesidad de abordar la cólera social que hay en muchas regiones desindustrializadas, que se sienten desprotegidas, en las que se echan en falta servicios públicos fundamentales o en las que la inmigración genera polémica”. Es la reflexión de Michel Barnier, jefe de los negociadores europeos del 'brexit', expresada en una entrevista esta semana. Es una reflexión con mucho sentido y calado político.

Esa cólera es la que ha llevado a muchos británicos a querer romper los vínculos con el resto de europeos. Pero, para Barnier, ese virus de la ruptura anida también en otros países y regiones de la Unión Europea.

El problema con las sociedades animadas por la cólera social es que apoyan a dirigentes coléricos. Personas inmaduras y de carácter hostil, que tienden a perder pronto la paciencia. Personas que son primarias en sus reacciones y con opiniones y preferencias excluyentes que tratan de imponer a los demás. Dos ejemplos de dirigentes coléricos son Boris Johnson en el Reino Unido y Donald Trump en Estados Unidos. 

Quizá pensaba en estas sociedades coléricas Gustave Flaubert, uno de los grandes novelistas del realismo francés del siglo XIX, junto con Stendhal y Balzac, y el más exigente a la hora de encontrar el estilo y la palabra exacta (“le mot juste”), cuando en una de las cartas a su sobrina le hablaba de la “rage de volouir conclure”, la rabia de querer concluir que en ocasiones anima a las sociedades. Para Flaubert esa rabia es una las más funestas y estériles manías en las que puede caer la humanidad. 

No se si Barnier estaba pensando en Catalunya cuando hizo la reflexión que he citado al inicio sobre la cólera social y del virus de la ruptura que anida en muchas partes de la sociedad europea. Pero probablemente así es. Aunque no estoy seguro de que los motivos de esa cólera catalana sean únicamente los que él menciona.   

En cualquier caso, salta a la vista que una parte de la sociedad catalana está animada por esa cólera social de la que habla Barnier.  Una cólera que viene acompañada por la rabia de querer concluir de la que habla Flaubert. Una de las más funestas derivaciones de esa cólera es el clima de violencia y conflicto que está emergiendo en Catalunya. Aunque no sea lo que desea la mayoría de los que protestan pacíficamente, puede generar una cultura de violencia y conflicto prolongado.

Esta posibilidad me lleva a plantear una pregunta: ¿cuál es la transformación que tiene lugar en una sociedad que vive una prolongada situación de violencia y conflicto?

Esta semana he tenido la oportunidad de participar en Bilbao en una interesante jornada sobre economía de paz organizada por el Gernika Gogoratuz, Centro de Investigación por la Paz, y en la que participaban otras organizaciones civiles que trabajan en el campo de los derechos humanos y de la paz.

Aunque no era la cuestión central de la jornada, salió el tema de la transformación ocurrida en la sociedad vasca durante el periodo de violencia y conflicto. Al contrario de lo ocurrido en otros lugares, en los que la violencia y el conflicto vinieron asociados con el aumento de las desigualdades sociales, al parecer en el caso vasco esos indicadores socioeconómicos no empeoraron durante ese periodo.

De ser así, imagino que tuvo que ver con el hecho de que los gobiernos y las diputaciones provinciales vascas no fomentaron la cólera social. Por el contrario, se esforzaron en gestionar los servicios públicos fundamentales de forma eficiente e igualitaria. Y apostaron por una cultura de paz y por un modelo económico de manufactura compleja que ligaba con la cultura del país.   

El problema en Catalunya es que es el propio Govern de la Generalitat el que estimula la cólera de una parte de la sociedad, y el que ha dimitido de su responsabilidad de gestionar bien los servicios públicos y la economía y, a la vez, promover una cultura de paz. De no cambiar las cosas, que espero que sí ocurra, esa cólera puede llevar a transformaciones sociales y económicas irreversibles: aumento de las desigualdades, pérdida de una cultura manufactura avanzada y deterioro del bienestar.

La rabia de querer concluir que hoy anima a una parte de la sociedad y a alguno de los dirigentes sociales y políticos catalanes puede ser, como decía Flaubert, la más funesta y estéril de las manías que puede experimentar una sociedad.