IDEAS

Los primeros Halloween, los mejores Halloween

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Desirée de Fez

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Ya tenemos programa doble familiar para Halloween. Me da igual si es una tradición importada, si no hace tanto no se había popularizado aquí. Ojalá de niña hubiera visto los comercios adornados con calabazas. ¿Hay algo más tierno que las panaderías con arañas peludas vigilando los donuts? Ojalá mis padres me hubieran disfrazado de bruja, o de esqueleto, para compensar el trauma de tener que vestirme de castañera en el colegio. Y, sobre todo, ojalá haber pasado la noche de cada 31 de octubre despierta viendo películas de miedo (mi primer programa doble fue ya en la adolescencia). Por eso me molesta tanto ese gesto ignorante y cínico de considerar Halloween un mero invento comercial. También por eso me enfado cuando alguien me insinúa que si en casa lo celebramos con los niños es más por mí que por ellos. Es por mí, claro: tengo que recuperar el tiempo perdido. E igual me excedo un poco con los adornos. Pero sobre todo es por ellos.

Una cosa que adoro de Halloween es poder descubrirles a mis hijos el cine de terror; siento que les doy herramientas para disfrutar de la fantasía

Celebrar Halloween con mis hijos me parece un planazo porque implica dos cosas que considero realmente valiosas. Una, dedicarle juntos una tarde-noche, incluso un fin de semana, a la fantasía. Así, en bruto, con sus historias de hoguera, sus escenarios imposibles y sus monstruos, sin tener que vigilar y medir todo el rato cómo se relacionan lo real y lo fantástico. Tener esa opción en la infancia me parece algo hermoso. Otra cosa que adoro de Halloween es poder descubrirles el cine de terror, mi mayor debilidad. Estoy tranquila porque, salvo si no les gustan (no sé si estoy preparada para eso), crecerán viendo películas de miedo porque es un género popular. Pero no puedo evitar sentir que hago algo importante (al menos lo es para mí) cuando les introduzco en el cine de terror. Me emociona elegir las películas –pensando en la edad que tienen y en las cosas que les asustan–, adivinar qué monstruos les caerán bien o calcular en qué momento fliparán o darán un respingo. Seguro que me paso de ingenua y optimista, pero siento que haciendo eso les doy ciertas herramientas para disfrutar de la fantasía y relacionarse tanto con el cine como con el mundo.