LA CLAVE

Multitudes inteligentes

La sedición no gusta a nadie porque les obliga a cambiar de estrategia

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Albert Sáez

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El Tribunal Supremo ha establecido la verdad judicial sobre los hechos de octubre del 2017 en Catalunya. Cada ciudadano continuará teniendo su particular punto de vista. Algunos seguirán pensando que se trató únicamente de un ejercicio del derecho de participación política y de libre expresión de sus ideas. Otros persistirán en la teoría del golpe de estado y seguirán exigiendo venganza. La convivencia democrática consiste en aceptar el dictamen de la justicia, incluso aunque se recurra y se proteste por sus consecuencias. En todo caso, ahora llega el momento de administrar con mesura las reacciones. Es posible que la atribución de un delito de sedición no guste a casi nadie. Sin duda, es un revés para los ideólogos de la teoría del golpe de estado violento. Lo que ocurrió no atentó contra el orden constitucional, al menos en los actos efectivamente perfeccionados, pues hubo leyes que ni se publicaron y mucho menos se aplicaron. Pero tampoco fue, considera el tribunal, una mera manifestación o desobediencia. Se promovieron desórdenes públicos. 

La gran paradoja es que la sentencia obliga a unos y a otros a cambiar de estrategia. El Estado puede estar satisfecho de que la policía y la justicia han frenado el 'procés', pero no bastan para superar al movimiento independentista. Hace falta la política. Y los independentistas deben entender que el paso de la deliberación a la revuelta les empequeñece, les deja con menos apoyos internacionales si cabe y reduce su capacidad de pacto político. Curiosamente, algunos de los condenados son en este punto más clarividentes que los que están en libertad. Muchos saldrán a la calle estos días. Lo pueden hacer como las multitudes inteligentes que organizaron las defensas del 1-O o la Vía Catalana. O lo pueden hacer torpemente como en la conselleria de Economia el 20 de septiembre. Este movimiento ni es una revolución de las sonrisas pues propugna una ruptura ni es una kale borroka al uso porque no practica la violencia. Solo le falta, estos días, frenar a los que propugnan la intimidación y apoyar a los que buscan la negociación.